viernes, 13 de septiembre de 2024

Galapagos, y un nuevo hoy.


Creo firmemente que la educación es la única herramienta para la superación. Así como existen carreras en Ciencias Ambientales y afines, también hay muchas otras en diferentes ámbitos y alcances. En Galápagos, los jóvenes se preparan, pero las circunstancias insulares y familiares hacen que muchos regresen a las islas tras sus estudios, priorizando el trabajo sobre sus sueños. En este mundo crudo y competitivo del siglo XXI, la  preparación es fundamental.

 

Galápagos es única. Su valor radica en sus recursos naturales, pero  conservados. Somos parte de un país con enormes necesidades, y tanto la gente como las islas deben sobrevivir. Hemos logrado conservarlas relativamente bien, pero 33,000 personas ejercen presión sobre las áreas protegidas de Galápagos, exigiendo carga marítima; una operación turística gran parte manejada desde afuera de las islas, con más de 350,000 visitantes anuales y 166 patentes entre navegación, tours diarios y pesca, además de una creciente demanda de servicios e infraestructura en los puertos.

 

Pero lo que realmente "interesa"  y preocupa al mundo son las especies en peligro, el conocimiento que arroja el comportamiento de ellas; la amenaza de la pesca indiscriminada de flotas extranjeras, y las especies introducidas cuando destruyen áreas prístinas.  Estos problemas ambientales se han convertido en "etiquetas de responsabilidad social y económica". Galápagos representa todo esto ante el mundo, y es imperativo reconocerlo. Se ha creado una estructura financiera y ambiental global que genera recursos en su nombre, donde lo importante ya no es el objetivo final, sino el proceso, y esto se ha convertido en una industria que mueve a miles de profesionales en todo el mundo.

  

En el primer párrafo, me referí a los jóvenes que buscan una carrera y sueñan con ingresar a la administración pública en Galápagos o a las ONGs, donde sus oportunidades de mejores trabajos serían mayores. Sin embargo, resolver o contribuir a solucionar los problemas que afectan el equilibrio de las islas y conservar los recursos naturales ya no es lo prioritario. Lo que realmente impulsa a muchos es asegurar una estabilidad laboral dentro del sistema, sin importar si los objetivos que sus instituciones declaran perseguir se cumplen o no.


Yo también tengo hijos y, aunque pueda sonar duro, los he educado para ser ciudadanos del mundo, conectados con el sentido de la vida en Galápagos, pero que primero salgan de las islas para construir su futuro,  esperando que no sacrifiquen sus sueños a cambio de la seguridad que la vida en las islas pudiera ofrecerles. 


Muchos de mis conocidos forman parte de esa estructura que describo. A algunos los respeto y a muchos los aprecio. Pero, como dijo Nietzsche: "no hay hechos, solo interpretaciones". Después de casi 40 años en las islas, esta es la mía. 


Galapagos Life Fund y otros proyectos reflejan mejor lo que aquí expreso.

 

Ricardo Arenas P.

Santa Cruz, 13 septiembre 2024.



domingo, 8 de septiembre de 2024

Aislamiento relativo, Galapagos.

 “Un aislamiento relativo 

Para quien llega a ella, toda isla es una aparición, esperada y sin embargo repentina, como un nacimiento. En efecto, antes de poder pisar una isla hay que atravesar el mar o el cielo y es ahí, durante ese trayecto entre una tierra y otra, que el viajero siente lo que quiere decir isla: aislamiento. 

 

    Christophe Grenier

 

Siempre vuelvo al libro de Christophe Grenier, Conservación contra Natura. Cada vez que lo repaso, encuentro nuevas capas de conocimiento que se asientan profundamente en mi reflexión. Es un texto que destila sabiduría en cada página.

Mi suegra, una mujer mayor originaria de Alemania, está de visita con nosotros en Galápagos. Constantemente busca algo que leer, revolviendo entre los libros de nuestra casa. Fue ella quien nos hizo rencontrar el libro de Hugo Idrovo sobre la historia de Baltra, y no solo ella entró en su lectura, sino sumergirme yo también. ¡Cuánta historia humana hay en Galápagos!

 

Este fin de semana, compartiendo con unos amigos, uno de ellos, Thorbaldo Kastalden, narraba con pasión la historia de su abuelo y su padre, noruegos que llegaron a las islas. Sus relatos, llenos de valentía y aventura, describían a aquellos pioneros que en los primeros 40 años del siglo pasado enfrentaron desafíos inimaginables. Buscaron en Galápagos lo mágico de lo diferente, lo desconocido, lo que inspira a la exploración y al descubrimiento. Su legado, junto al de otros europeos y ecuatorianos, fue forjado por una profunda “conexión” con el significado único de estas islas.

 

Recuerdo bien las conversaciones con mi amigo Ermano Zechetini, mientras caminábamos por la playa de Puerto Villamil en Isabela. Hablábamos sobre el valor de las islas, su gente y la naturaleza, que se manifiesta con fuerza en cada rincón, aunque no todos la ven o la comprenden. Con sabiduría, me decía que esa misma naturaleza, en su aislamiento, es lo que Christophe Grenier describe como la verdadera magia de Galápagos: algo inexplicable e incomprensible.

 

Yo hablo de “conexión”. He conocido a personas que llevan 40 o 50 años viviendo aquí y jamás han comprendido las islas. Para ellos, da lo mismo estar en cualquier otro lugar del país; su existencia se reduce a “asumir derechos” y exigir. Sin embargo, hay otros que, con pocos años en Galápagos, logran conectarse con su esencia. Viven con respeto hacia este lugar único, hacia su historia humana, que se ha adaptado a una naturaleza imponente y extraordinaria.

 

Galápagos pertenece a todos los ecuatorianos, pero vivir aquí no es para cualquiera; no es para todos. Estas islas exigen una forma de vida que se ajuste a su entorno, un estilo distinto, con un rumbo claro hacia la conservación. Como bien decía Viktor Frankl, “la vida solo tiene sentido cuando le damos un sentido”. Y Galápagos, por sí mismo, ya es un sentido de vida.

 

Ricardo Arenas
Santa Cruz, 8 de septiembre 2024

miércoles, 7 de agosto de 2024

Ahora

Justo al terminar de correr hoy y mientras conversaba rápidamente con un biólogo sobre el calentamiento global, las corrientes marinas, las especies y otros temas, me di cuenta de algo mientras defendía "mi discurso", aquel de que "somos solo un pequeño instante en la inmensidad del largo momento de la vida; nuestros 80 o 90 años de vida son insignificantes ante los millones de años de existencia que nos preceden y que continuarán después de nosotros”.

 

Y aquí me enfrento a mi propia realidad: mi tiempo restante es el recurso o capital más preciado y valioso que tengo en este instante. No es lo que he forjado con esfuerzo y trabajo en los años previos, ni la satisfacción que siento al buscar la felicidad para mis hijos, sin importar dónde estén en el planeta. No, son estos 20 o 30 años que me quedan, y qué hago con ellos y cómo los vivo. Eso es todo.

 

Estiré, caminé hacia la casa, y mi mente se aclaró brutalmente: solo nos queda la opción de aprovechar al máximo los instantes que tenemos. Todo lo demás tiene un valor relativo. 

 

¡Cosas de correr!

 

Galápagos, 7 de agosto 2024.

viernes, 26 de julio de 2024

París

Vivimos en un mundo convulsionado: pasiones, guerras, ambiciones, dolores, migraciones, supervivencia, contrastes. Pero también es un mundo hermoso, lleno de luchas por valores, de esfuerzos por conservar tradiciones, de creer en el amor, de darle sentido a la vida, de trascendencia, de música, arte, deporte, y de mantener el humanismo en esta humanidad. Somos transeúntes de un pequeño instante en el inmenso momento que es la existencia de la vida.

 

En mi familia, personas sencillas, forjadas con principios de trabajo y estudio, nos inculcaron la importancia del saber. Casi todos han visitado París y siempre resaltan la belleza de la ciudad, quizás con un poco de vanidad por ser parte de aquellos que deben admirarla como la más hermosa.

 

Con mi esposa también visitamos París y, aunque nos gustó, no nos pareció "lo mejor". Quizás porque en nuestros viajes de los últimos años, las experiencias vividas en otros lugares, ciudades y sitios nos han llenado más.

 

Vivo en Galápagos desde hace más de 39 años. Mi respeto por el mar y el compromiso con este lugar se han reforzado debido a mi negocio y necesidades. Entre mis pasatiempos, destacan nadar y correr. En los últimos 20 años, donde quiera que vaya, siempre busco un lugar para correr, ajustando el resto de mis actividades en consecuencia.

 

Mis hijos viven actualmente en Europa: uno en Londres, sólida e impresionante, y la otra en Barcelona, intensa y hermosa (también refiriéndome a las ciudades 😊 ). Hay partes de mí que siguen siendo de un niño: no dejo de ver las Olimpiadas cada cuatro años, así como los mundiales de fútbol. Sus inauguraciones me hacen volar. Sé que los años avanzan irreversiblemente sobre mí, pero disfruto de estas cosas.

 

Escribo estas líneas por algo que comenzó en abril de 2023...

 

Mi hijo, con 28 años, me envió un mensaje por teléfono sobre su inscripción a la Maratón de París en abril de 2024. Me alegré por él, pero, a mis 60 años, sentí una angustia y un deseo enorme de participar también. En esa época, disfrutaba de las tardes en la terraza, fumando un cigarro o una pipa después del almuerzo.

 

Planeé todo y empecé a entrenar. Meses duros, levantadas madrugadoras al menos 4 o 5 días a la semana, decenas de kilómetros semanales, muchas lesiones en ese año. Dormir temprano, menos vino, comer sano. Coordinamos con mi familia para estar juntos ese fin de semana de abril de 2024.

 

Es cierto: todo lo que se logra con sangre, lágrimas y sudor queda grabado en la piel y en el alma. Es algo que siempre valoraremos y amaremos.

 

Más allá de estar con toda mi familia y amigos de mis hijos, esos días fueron espectaculares. Llegué a conocer y a querer París. En la maratón recorrí sus calles, iglesias, museos, jardines, templos, el Sena, el Arco de Triunfo, la Torre Eiffel, sus calles y cafeterías. Paso a paso, golpe a golpe, sudando con algo de dolor, pero inmensamente pletórico. París me llegó al alma.

 

París es especial y bella, pero escribo estas líneas hoy, 26 de julio de 2024, luego de ver la inauguración de las Olimpiadas. Se presentaron condiciones adversas, lluvia y más, que podrían haber hecho pensar que no se lograría algo especial. Pero lo que vimos fue indescriptible, apoteósico, exultante, extraordinario. La ciudad del arte se expresó con un cierre magistral y una demostración de voluntad.

 

No queda más que seguir, en la medida de lo posible, tratando de mejorar el mundo, sea en nuestro esfuerzo diario o en lo que podamos hacer por los demás. Son tiempos difíciles, somos millones, pero no pierdo la esperanza de que siempre podemos encontrar lo hermoso de esta vida.

 

Galápagos, 26 de julio de 2024.

sábado, 8 de junio de 2024

Navegando entre dos archipiélagos. Mi Viaje

 

Son 3400 millas náuticas de navegación entre Baltra y Nuko Hiva.

 

“Miles y miles de olas subiendo y bajando contra estribor y babor del velero, mientras su proa se enfila a su destino, sin que el viento deje nunca de besar tu rostro” [ de mis apuntes…].

 

Seis horas diarias, entre las guardias en el puente, más tareas de registro en el cuarto de máquinas, así como de limpiar la cocina después de los almuerzos.  Millones de estrellas entre Galápagos y Polinesias pintando mis noches de a bordo, humedeciendo mis ojos muchas de ellas, llevándome a recordar aquellas de mi infancia, en que acostado en la arena con mis hermanos alrededor de una fogata, escuchábamos a mi madre, mirando al cielo, historias y cuentos antes de dormir.

 

Mis islas Galápagos, que nunca fueron parte de un continente y que brotaron del fondo del océano en erupciones jóvenes de apenas 4 a 5 millones de años, se unieron en esta mi travesía, con estas otras, las Polinesias, que existen más de 175 millones de años en el océano, como pedazos de tierra desprendidas, cuando las masas continentales seguía partiéndose, desperdigándose en nuestro Pacifico.

 

“Es ya viernes, …al navegar y sentir como la nave se mueve, en que suena su interior con ese crujido, que se entiende está previsto sentirlo ya que está diseñado para soportar el golpe y la fuerza de las olas en medio de esa inmensidad de mar,  igual te sientes  vulnerable, ya que tu vida depende no solo de ti, sino de la experiencia de esta tripulación, de la capacidad de quienes construyeron esta nave y de la sabiduría transmitida por siglos de aquellas leyes universales de la navegación” [ de mis apuntes…].

 

La vida humana en las Polinesias tiene ya 3500 años de historia. Iniciándose en migraciones a través del mar desde el Sureste de Asia hacia estas islas, llegando primero a Samoa y Tonga, y desde ahí siguieron vía marítima en extraordinarias balsas a las otras islas, las Cook, Tahití, Tuamotu, Marquesas, que forman parte de este inmensa triangulo en el Pacifico en que los une una sola cultura, la polinésica. Con Hawái al norte, Nueva Zelandia al oeste, y Rapa Nui al este. 

 

Las nuestras en cambio, la vida humana data realmente de 200 años atrás, y esporádicos habitantes en el par de siglos previos, no teniendo una cultura propia ancestral, sino esta mezcla migratoria indisociable con el sitio del cual soy parte, pero que nos da inalienablemente una condición similar a todos quienes en diferentes partes del planeta vivimos en islas. Somos “isleños”. 

 

Esa historia ancestral humana de las Polinesias hizo que la UNESCO declare un sitio de la isla Raiatea, el “Tapulapuatea” Patrimonio Cultural de la Humanidad, por ser un sitio sagrado antiguo donde se realizaba una ceremonia tradicional, de su vida humana. 

 

Nosotros en cambio nuestra declaración de Patrimonio Natural por la misma organización mundial es por “La belleza natural de las islas, la diversidad y singularidad de especies, endemismo”, y por su origen volcánico, considerándose un laboratorio vivo de procesos evolutivos aún en marcha.

 

Pero el océano y lo isleño nos une. 

 

Historias de navegaciones, descubrimientos, conquistas, piratería, capturas de ballenas, investigación, todo esto en travesías de estos últimos cinco siglos son fascinantes. Somos islas oceánicas. Nuestra condición humana también nos une, en que aun con estas diferencias ancestrales, culturales, de intereses y prioridades, vivimos y tenemos siempre esa sensación de estar rodeado de mar.

 

“En esa tarde de Baltra, Yvonne me despidió en el muelle. Nostalgia, pero sed de viaje. Enrumbamos para rodear por el oriente de Santa Cruz, ¡pero de un lado de esta isla que no había visto antes! El Edén, Guy Fowlers, Pinzón, …Las fragatas prácticamente volando al ras de nosotros. De ahí el capitán con rumbo 230 busca ese sur, hacia esas corrientes y vientos que nos llevará en esas especiales vías, que solo los navegantes conocen para llevarnos al oeste, allá, a los mares del sur” [ de mis apuntes…].

 

Trece días de mar y cielo, de atardeceres y amaneceres donde cada salida y caída del sol fue una carga de vida a los sentidos. De haber regalado por lo menos una estrella a cada uno de mis seres queridos. Ver que Venus cada noche igual marcaba también su rumbo, ¡indicándonos – ey!  yo soy la estrella! Cientos de páginas leídas; mi mente acariciada con miles de pensamientos. Dos pescados capturados, pero deliciosamente cenados. Un delfín solitario por un día nos guiñó el ojo. Sí, fueron trece días que marcaron mi mente y mi alma. Y ese amanecer de aquel Domingo que, al levantarme para ir a la guardia, ya Juliet había fondeado, subo presuroso las escaleras y veo unas imponentes montañas verdes que rodeaba esa bahía, bordadas de nubes, para que, en uno de sus costados, en la falda de este vea un pueblo como salido de alguna historia, junto al mar. En su orilla unos jóvenes, mujeres y hombres, con tatuajes por todos sus cuerpos, y con tez de piel como la mía, llevaban sus caballos más adentro a bañarlos, jugando entre ellos.  Era Nuko Hiva. Detenida en el tiempo esperando por mí.   Recuerdo que al desembarcar y mientras llegaba a su muelle me sentí un explorador…un descubridor, una mezcla de sentimientos de llegar a ese lugar, hacia donde había preparado por mi trabajo en los últimos 20 años, documentos de zarpes a cientos y cientos de yates y veleros que seguían sus viajes, donde en cada uno de esos papeles oficiales, iba un pedacito de un sueño mío. 

 

Quienes vivimos en islas en diferentes partes del mundo, estamos unidos. Somos diferentes.  Hay islas países, otras no. Simples comunidades, o regímenes especiales; pero este hecho de vivir en islas debe ya romper esa idea de limitaciones. Nuestra mente debe ser universal.  El carecer gran parte de lo que nos ofrece con mayor fuerza el consumismo actual es nuestro privilegio, debe ser nuestra ventaja. Dar valor a lo importante. A cuidar nuestro medio, nuestro océano, nuestra gente; y donde el concepto o el discurso pasa a segundo plano: ¡Somos lo que hacemos!

 

Termino el relato de mi viaje entre estos dos lugares tan diferentes, pero tan similares, con estas líneas que siento cada vez que salgo, y cada vez que entro a este archipiélago, nuestras islas…

 

Para quien llega a ella, toda isla es una aparición, esperada y sin embargo repentina, como un nacimiento. En efecto, antes de poder pisar una isla hay que atravesar el mar o el cielo y es ahí, durante ese trayecto entre una tierra y otra, que el viajero siente lo que quiere decir isla: aislamiento [ Christopher Greiner].

 

 

 

Ricardo Arenas P.

Santa Cruz, 7 de junio 2021 (…de mi travesía, Julio 2018)

 

 

 

miércoles, 3 de enero de 2024

Lo sustantivo y las luces.

💥💥💥

Galápagos es, sin duda, uno de los lugares más extraordinarios del mundo, merecedor de ser visitado y explorado. Es un espacio inseparable de la convivencia humana para aquellos que habitamos aquí. Su 97% de pureza natural destaca, evidenciando la presencia omnipresente de la fauna marina en todo su territorio, incluyendo las zonas pobladas.

 

Como residentes, es crucial comprender que nuestra forma de vida debe ser armoniosa con la preservación de este recurso natural. Su verdadero valor radica en su conservación que efectivamente sobrepasa o nos exige más compromisos. La dificultad se presenta cuando nuestras acciones no respaldan coherentemente lo que proclamamos. A menudo, el discurso se ve alimentado por críticas rápidas de algunos que, desde el punto de vista mediático, pesan mas... que profundizar en lo esencial, o intentar cambiar sus estilos de vida tras un teclado o pantalla, y no aportan con acciones legítimas de lo que significa compartir, estar y ser de Galápagos.

 

En mi modesta opinión, la existencia de más de 6 vuelos diarios entre ambos aeropuertos, totalizando 2600 despegues y aterrizajes anuales con miles de decibelios emitidos, junto con la afluencia creciente de turistas, plantea desafíos significativos. El impacto económico de todos estos turistas no siempre se traduce en un mayor bienestar insular ni en recursos adicionales para los gobiernos locales. La presencia de helicópteros sobre la bahía de Puerto Ayora también con altos ruidos para todos; los cientos de motores de alta potencia, en las docenas de embarcaciones que surcan entre los puertos diariamente también generan impactos sonoros notables.

 

Aplaudo las campañas para erradicar especies invasoras. Desde aquellos operativos pasados con rifles de alto calibre desde helicópteros hasta las actuales con venenos específicos de bajo impacto comunitario. Acciones necesarias, pero siempre hay de por medio cómo mitigar los impactos.  Qué diremos de las maniobras de desembarco en el canal de Itabaca, donde las compuertas al golpear las rampas en los improvisados muelles entre personas y fauna causan estruendo y susto; o las maniobras de carga en alta mar con inmensos riesgos ambientales y de seguridad, y sin dejar de mencionar la velocidad de las plataformas con contenedores en nuestras carreteras, presentando riesgos de toda índole, por falta de decisión de soluciones definitivas en infraestructuras marítimas.

 

Es esencial abordar la ineficiencia energética de las numerosas camionetas taxi y encontrar soluciones conjuntas.  Es cierto, las luces artificiales, aun ajustadas para minimizar su impacto, con sus 4 minutos una vez al año, generan controversia. Creo que es crucial medir los decibelios en relación con la música emitida, o con tantos hechos como los descritos en este escrito, pero hay aspectos más sustantivos que debemos preocuparnos.

 

Estas reflexiones buscan dar la dimensión y valor apropiados a nuestras acciones. Espero que este sea un llamado para abordar lo esencial y lo importante.  Aquellas “luces” justamente, disfrutadas por muchos incluyendo mi familia, deberían ser una oportunidad para impulsar al Consejo de Gobierno de Galápagos, ministros, gobiernos locales y grupos organizados a trabajar juntos en acciones que efectivamente busquen   preservar nuestro recurso natural,  mejoren la calidad de vida en Galápagos, y seamos parte de las soluciones, y no solo de las opiniones.


sábado, 10 de junio de 2023

Son estos días de junio… siempre el mar y correr.



Son estos días de junio… 

 

Hay una ola del sur que con más impulso golpea la orilla. Viento, pero no por tal deja de hacer calor. El ventilador nos continúa acompañando en las noches. 

 

Pero entre esas exploraciones intensas cuando estoy inmerso en la computadora buscando y creando cómo promover mi negocio, qué hacer más por este lugar tan especial; y entre esa habitual escritura a páginas de yates, capitanes, grupos, ¡brotó entre uno de esos archivos guardados… notas y fotos de Vital Alzar!

 

Tengo tan registrado, allá por 1973 que me llevaban mis padres al pie de Las Peñas en Guayaquil a “ayudar” a estos hombres que construían unas balsas para querer cruzar el Pacifico. Tenía 10 años, jugando entre palos, cuerdas, fango, saltando entre troncos. Creo que lo que menos hacía era ayudar, pero iba absorbiendo esa energía de esos hombres que construían, junto a muchos que ayudaban. En algunas noches él, Vital Alzar, junto a otros, iban a casa de mis padres a conversar, hablar de aventuras, del propósito de todo esto, demostrar que los Huancavilcas pudieron cruzar el Pacifico con sus artes propias de navegación; y que estas balsas no tenían clavos, ni material ajeno a lo natural. Era niño, pero desde la puerta de mi habitación escuchaba todo eso, y mi mente volaba. No recuerdo exactamente qué más decían, pero sí sentía la vehemencia de cómo lo decían. No sabía que era “determinación en ese entonces”, pero me gustaba saber que era una gran aventura que iban hacer. Zarparon aquel mayo de ese 73 y le regalaron a mi hermano mayor un afiche autografiado por los tres capitanes, que lo teníamos pegado en una puerta dentro de nuestra habitación. Pintado por Dali, una balsa impulsada por un viento personificado, que soplaba su vela.  De ahí, todos los días pendiente del diario esperando la noticia de cuándo llegaban a Australia, y leer en su momento el relato de esa llegada y del viaje.

 

Si quieres hacer algo extraordinario, algo diferente, debes poner todo tu corazón en ello. No tengo miedo de las críticas o de las personas que dicen que lo que estoy haciendo es imposible. Estamos haciendo algo que a todos les gustaría hacer. Esa es la mayor satisfacción del mundo, tener una idea y convertirla en realidad”. Vital Alzar.

 

Lo leí ya en su libro muchísimos años después: “Las Balsas, porqué imposible”.

No soy marinero, pero soy del mar. Desde pequeño así mis padres me hicieron sentir. Pasé las vacaciones de mi infancia y adolescencia, como muchos de mi generación, horas y horas dentro del mar. 

 

Pero por esas cosas… ¡avatares!  La vida me trajo a Galápagos.  

 

Vivo del mar. Lo veo todos los días al empezarlos, y me arrulla al terminarlos. Mi mujer vive sobre él.   En marzo del 2012, pasaron por Galápagos 6 “vakas” (balsas polinésicas) con gente de Fiji, Samoa, Tonga, Marquesas y Nueva Zelandia. Iban, al igual que Alzar, con un mensaje de paz, uniendo gentes, mares. Conversar y compartir con ellos fue una experiencia especial. Los compartimos con mi familia. En esa ocasión, me permitieron navegar con ellos un corto tramo de Santa Cruz a Isabela en una de aquellas balsas, de troncos, a pura vela, no más allá de 3 nudos. Pensé en Alzar, y me imaginé su aventura. “El humano puede vivir de los elementos, con inteligencia y con su fe”, otra línea de Alzar en uno de sus libros. 

 

No siempre la vida de uno como la de cualquiera es simple, pero es el sentido que le das a ella lo que determina cómo la quieres vivir, buscando o creando siempre en todo, una aventura, un reto, una motivación.  He nadado largas distancias, muchas en mi isla como en otros lugares del mundo. Sentir el mar mientras lo abrazas y compartir su fuerza y a la vez lo agradable que te hace sentir, llena el alma ¡El mar expresa la vida en la tierra! Entiendes que todo es movimiento, y ves que ahí están las respuestas de la vida, que no necesariamente sabemos bien cómo preguntarlas. 

 

Hace 5 años tuve la oportunidad de navegar en un velero desde Galápagos hasta Nuko Hiva. 3400 millas. Quizás una de las experiencias que más han calado mi espíritu. 

 

Imaginé en ese gran tramo los mismos mares que navegó Alzar hace 50 años. Que vimos los mismos horizontes, atardeceres, y que sentimos iguales al engrandarse las olas, mientras esos mismos vientos hinchaban esas diferentes velas. Si bien es cierto este velero en el que navegué era más moderno, mi mente estaba en esas balsas, con él, con “Modena”, con “Ramírez” (los otros dos capitanes de las tres balsas de su aventura de 1973); con esas tardes de mis padres en las Peñas, acompañándolos en su construcción; y veía en la vela del mío, aquel dibujo que en mi niñez adornaba la pared del closet de mi habitación.

 

No sé todavía qué es estar sereno, como para decir que entro a esta etapa de mi vida con más serenidad. Sigo buscando aventuras. De todos los deportes que he realizado en mi vida, me he inclinado por correr. Y es así, que envuelto en ese espíritu de hacer “algo diferente”, ¡pero en darle un sentido, un propósito, una aventura!  correré una maratón, allá en esa ciudad luz en abril 2024, en Paris. Y lo haré por el océano, por querer aportar en su cuidado. Solo estudiándolo más, y actuando con mejores conductas hacia él podemos tener más océano por más largo tiempo.

 

Los miles de pasos que hago y haré entre arena, asfalto y sudor que significa todo esto, es mi aventura actual, es el propósito que junto a ese mensaje de Alzar que caló en mi niñez, es lo que quiero compartir con todos, e invitarlos a sumarse en él.

 

Pronto les diré cómo…

 

Ricardo Arenas

Galápagos, 10 de junio 2023