sábado, 16 de noviembre de 2024

Hoy, 16 de noviembre


Hoy, 16 de noviembre, celebro dos vidas muy significativas. Por un lado, un amigo, hijo de mi primera amiga en Galápagos, fuerte e irreverente, profundamente conectado a estas islas que tanto amamos. Ahora está en el más allá, pero su energía sigue presente en los recuerdos. Por otro lado, mi suegra, una mujer que es historia en vida, madre de mi amor. Forjó su camino con trabajo, entrega y un amor incondicional que aún la mantiene con nosotros, irradiando esa fortaleza única.

Santa Fe amaneció hoy iluminada, con rayos de sol que se filtraban entre las nubes como pinceladas de luz, cargadas de la fuerza de la naturaleza. En esos destellos, cada uno encuentra su verdad y siente su conexión con lo eterno.

Durante mi paseo diario con Milos, vi una escena que me llenó de alegría y nostalgia: una chica corría con fuerza y felicidad, mientras un joven, desde su bicicleta, la filmaba con entusiasmo. Su zancada era firme, decidida, y verla me hizo pensar: ¡Qué ganas de correr así otra vez!

Pero  por ahora no puedo. Estoy enfrentando las huellas de más de 40 años de correr ininterrumpidamente, miles de kilómetros llenos de alegría, desafíos y sueños cumplidos. Ya lo hice, he corrido bastante, y aunque el cuerpo me pide descanso, qué satisfacción sentir que el paso de mis años pasan así, con el privilegio de haber vivido tantas experiencias intensas.

Mis músculos me duelen ahora porque los utilicé al máximo, persiguiendo metas, recorriendo caminos, y entregándome por completo a quienes amo y también a esos sueños que me empujaron a ir siempre más allá. Las arrugas en mi piel y su tez curtida son testigos de tantos amaneceres y atardeceres que me acompañaron en mis rutas, y de las noches bajo las estrellas que viví mientras corría, con el universo como único espectador.

El otro día caminé hasta Tortuga Bay, mi playa, mi templo. Fue extraño recorrer ese sendero que tantas veces hice corriendo. Al llegar, la marea baja y la brisa del mar me invitaron a vivir el momento, y aunque sabía que no debía, corrí. Por un instante me sentí nuevamente en casa, en ese rincón que guarda tantas carreras, pensamientos y sueños que han construido quien soy.

Ahora entiendo que la realidad es distinta para cada uno, pero todos compartimos algo: la gratitud. Por quienes nos quieren y a quienes queremos, por lo vivido y por la oportunidad de seguir construyendo momentos con las personas que nos importan, sin que la distancia física rompa los lazos que nos unen.

En esta nueva etapa, toca nadar, pero siempre seré corredor!

Santa Cruz, 16 de noviembre de 2024

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