Una certeza.
Despertarme en la mañana y no sentirte…
y no escuchar tu voz que encienda mi día,
es el canto del silencio que marca tu ausencia.
¡Cuánto extraño tu ser,
tus curvas, tus ojos…
tu sonrisa!
Y lo mismo cada noche…
en que no tengo tu olor que llevo en mis sentidos,
o no agarre tus manos, aquellas que aprieto con la fuerza de mi amor;
y al tratar de abrazarte para sentir nuestros cuerpos que se confundan
y, al no hacerlo… sé que es porque estás navegando...
En ese mar, de aguas profundas en donde encuentras la savia intensa de tu carácter,
y en donde tus ojos del color de ese impetuoso océano
refleja suavemente tu encanto y belleza.
Quizás el viento frio que está llegando con más fuerza,
y que escuche el golpe de las olas al reventar,
hacen que afloren en mi estas líneas…
cual flechas lanzadas desde mi mente y corazón,
para expresarte -que siempre serás en mi
la eterna y dulce irreverente joven,
así como la sensual vehemente y real mujer que crece en ti.
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Trotando ya en la salida de mi juventud
pero entrando a paso firme en el camino de mi madurez,
en que la fortaleza de mi alma y el caudal de mi ser,
impulsan la energía de mi cuerpo ...hacia esa bahía,
cual barco impulsado con velas hinchadas de pasión
que su único rumbo que lleva hacia el horizonte
…es la serena certeza de mi amor por ti.
Que sé,
cual estrellas que salen en aquellas noches oscuras
que siempre te amaré
cual infinitas olas que vienen y van.
Y en un beso que sea largo como tu mirada…
llevarlo como caricia suave en tus noches de ausencia,
para tan solo decirte… que te quiero con el alma.
Ricardo
Santa Cruz, domingo 5 de Julio 2010; 00h00.
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