Lo escribí hace más de 5 años, con una óptica en mis 47 años....
Intenté hoy noche leer,….alejé la página más de cincuenta centímetros de
mis ojos; en cambio ayer recorrí ciento veinte kilómetros en bicicleta
bordeando la Costa desde Salinas hasta Puerto López. No distingo la “a” de la
“e” sin mis lentes de lectura pero hoy hice otros ciento veinte kilómetros
también en bicicleta desde Puerto López venciendo el Aromo para llegar a Manta,
disfrutando los hermosos paisajes de nuestra Litoral sintiéndome tan vivo,
feliz, extasiado por ser capaz de admirar y emocionarme.
No fue solo un paseo, fue mar, sol, musculo, mensaje, risas, ejercicio,
alegría, ejemplo, determinación, reflexiones, y una nueva oportunidad para
ratificar que nuestra riqueza está en disfrutar lo sencillo.
Salimos de Salinas minutos antes de las 9 de la mañana, decenas y decenas
de ciclistas de todas las edades, mujeres y hombres, custodiados por la Policía
y sabiendo que íbamos hacer algo “especial y diferente” Un paseo que no todos
lo pueden hacer, haciéndonos privilegiados por tal. Privilegiados por pedalear,
no contaminar, por sentir y ejercer nuestro cuerpo y alma en cada metro que
pulso a pulso íbamos rodando.
Cruzar Capaes, Punta Barandúa, Punta Blanca, San Pablo, Palmar, Monteverde,
San Pedro, Valdivia, Cadeate, Simón Bolívar en bicicleta es muy diferente que
hacerlo en carro. Nuestras remembranzas y vivencias de todos y cada uno de esos
lugares que decenas de veces los pasamos en paseos vacacionales con la familia
antaño se agolpaban más duro en nosotros que los músculos cuando se tensaron
luego de ya decenas de kilómetros rodados.
La energía de uno iba a la par con la fuerza que sentíamos que nos
transmitía el mar, es decir, más allá que lo que las piernas lo permitían eran
los “por qué” lo hacíamos los que nos impulsaba a receptar dicha fuerza.…
Nos acercábamos a Manglaralto, y sabíamos que estábamos más cerca del
destino, y más lejos de donde empezamos. Montanita fue solo un paso fugaz, y
subir la loma de Olón fue la medida para saber que ya nada ese día nos iba
impedir lograr lo que nos habíamos propuesto.
Pasar Curia, San José, y llegar a la Entrada nos hizo ratificar que esa
zona del país es hermosa, su aire, su vegetación tienen esa magia y encanto que
encierra a los que disfrutamos los lugares alejados de las ciudades.
Estos sitios nos pertenecen, aun sin títulos, íntimamente a quienes traemos
una historia de los nuestros ahí.
El sol no cedía y no dio clemencia, nos probó. Qué placer sentirlo!
hacernos sudar, y sentir que quemaba nuestra piel, vivirlo superó nuestro
razonamiento y vigencia de información sobre los daños que nos causa, pero en
esos momentos…en que calentaba nuestra sangre, reiterábamos la concesión que
teníamos por estar sobre esas bicicletas.
No llegaba el abastecimiento de líquidos y la subida de la Entrada hizo que
forjados ciclistas empiecen a ceder. No me faltó el irremplazable guineo que
llevé en bocados a mi interior y que estuvo para salvarme entre esas pedaleadas
casi acalambradas, en que más que el efecto natural de la fruta en mi era el
convencimiento que el mismo iba a ayudar a disminuir mis calambres.
Cruzar esa cordillera costeña con el viento del mar viniendo del oeste,
para después de mas y mas kilómetros ganados arribar a Puerto López, fue un
placer legitimo, puro, de vida, de amor, de que sí podemos, que supera las
líneas de aquel real poema: “Síndrome” de Benedetti.
Encontrarme con mi sobrino Federico, junto con sus amigos y otros ciclistas
contando las vivencias de la carretera, del viento en contra, los baches, el
“chupar llanta”, la tremenda subida, el soporte logístico de mi hijo, la
admiración hacia unas extraordinarias señoras que lograron en mejores términos
el reto de hacerlo, fue tan agradable y placentero que los mismos kilómetros
andados.
Puerto López, su playa exacta como la recuerdo, el pueblo diferente como lo
conocí de pequeño, pero en cambio nos hospedamos en un hermoso y bien ubicado
hotel, Mandala; en el extremo norte de la población.
Día siguiente en ruta Puerto Cayo. Menos ciclistas, pero más determinación;
más cansancio pero más voluntad, menos sol pero más cuestas, menos dolor pero
más pensamientos. El paisaje más penetrante que el día anterior, y esas
montañas del Aromo interminables y potentes; no debemos permitir que las
destruyan y las contaminen!
Eran kilómetros y kilómetros de subida, y en cada metro que hacíamos aun
quedando parte de nuestra energía salpicada en sudor y calorías ganábamos en
vida y en satisfacción. Nunca había sentido tanto placer de llegar a Manta, no
fue para mí cualquier arribo, fue el culminar un sencillo reto, simple para
algunos pero inmenso para mí.
Experiencia única, paseo inigualable, paisajes hermosos. Valió y vale la
pena hacerlo mientras nuestro espíritu siga siendo fuerte e intenso y sigamos
sorprendiéndonos con tan solo ver volar un ave en el horizonte. Un querido
sobrino me dio la oportunidad de hacerlo.
Me emocioné, y sin perder la óptica de un relato de fin de semana, no pude
excluir de ver mi país, sus carreteras, mi gente, sus poblados. Y este Ecuador
está hecho con el sudor y esfuerzo de la gente, nada más. Es a quienes hacen y
trabajan que el Estado debe proteger, y garantizar que el país siga siendo
productivo; y esto… a punta de carteles cada par de kilómetros no cambia nada.
Y mientras escribo estas líneas, debo hacerlo con mis lentes puestos…,
apenas vamos 47 años!
Ricardo Arenas
Feb 8 2010
“Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas
canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del
ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en esos detalles”
Mario Bennedeti
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