Sin
lugar a dudas lo que debemos inculcar y enseñar a la sociedad (a nuestros
hijos) es el respeto hacia todos, y que
nadie debe ser discriminado por ningún concepto. Todos debemos sujetarnos, ser protegidos y
sancionados en igualdad de condiciones y en derecho ante la ley, con sus sistemas de administración y de justicia.
Discutir
un tema donde está de por medio la sexualidad, la integridad, y la formación, no es sencillo, y mucho menos con aquellos que inclusive movidos por la buena fe
mantienen posiciones fundamentadas en un sistema regido por valores “institucionales”,
cualquiera sea su índole, donde prima no
necesariamente miedo a estas nuevas definiciones, sino un desconocimiento de cómo enfrentar realidades de la sociedad actual y su evolución; y la confusión de lo que plantea una propuesta
de ley, sujeta a mejoras, pero que busca proteger los derechos de todos, y en
especial de las mujeres.
Interpretan
que esta propuesta quiere imponer un cambio de modelo en la educación de
nuestros hijos. Eso, no lo consintiera, pero no es la
motivación de hacer este nueva ley.
Es definitivo
que solo lograremos formar y proteger a nuestros hijos y a la familia ampliando la información de las diversidades,
riesgos y consecuencias que existen en
la naturaleza humana.
En
todo caso, nuestras creencias e inseguridades (que no es lo mismo que
principios y valores) se han visto representadas en manifestaciones reaccionarias
en que se sale a defender una
posición, por cierto válida para algunos y que debería ser respetable para todos y que no las
comparto, pero que requiere por lo menos
que quienes la defiendan lean no solo la definición de conceptos enunciados en ese borrador, sino el objetivo
central de esta propuesta de ley que es proteger a todos, con igualdad de
derechos, e indistinto a su identidad y
preferencia sexual en cualquier edad de
su vida , de cualquier violación,
discriminación o agresión que pudiera sufrir cualquier individuo por parte de los demás.
Definitivamente
una Ley no cambia la conducta de una sociedad, menos aun la nuestra que tiene
raíces profundas e históricas en superioridades equivocadas de un genero sobre
el otro, o a nuestra naturaleza egoísta;
pero sí es importante dejar bien sentadas las bases que la mujer y el hombre son iguales ante la Ley en
derechos y deberes, y que tienen igualdad de capacidades para desarrollarse, y
a la vez de ser protegidos.
Corresponde
al Estado buscar la forma de cómo garantizar estos derechos
universales, respetando el rol que las instituciones educativas y la familia que
juegan parte en la formación de nuestros hijos, pero lo más importante es que
nunca debemos permitir que los más vulnerables sean sometidos por los que no lo
son, y que nunca permitamos la discriminación, la falta de tolerancia, y la
impunidad contra actos que atenten al prójimo.
Estamos
perdiendo las bondades de la lectura, y solo leemos los extractos en las redes
sociales de la opinión de las opiniones
de algunos, creyendo en las verdades de los otros, perdiendo nuestra propia
capacidad critica para participar o contribuir de mejor manera en la
construcción de nuestra sociedad, que es donde nos desarrollamos todos sin
exclusión y con nuestras familias.
Ricardo
Arenas
Santa
Cruz, 16 de octubre 2017.