Escuché un claro, sobrio
y justo discurso de la Sra. Vicealcaldesa de Guayauil al Pdte.Mujica, como también
lamentablemente escuché en las noticias el impulso visceral y verbal
del Presidente en ese mismo escenario, como además la sabatina donde faltó el respeto a la Sra. Tabacci, a todas las mujeres guayaquileñas, a los
ecuatorianos en general, entre aplausos de muchos que asumen las palabras de él
como supuestas verdades.
Separar el pensamiento
personal del Presidente como reflejo de todo un gobierno, es en este momento
bien difícil para uno.
Quiero mirar positivamente;
sí tengo relaciones de actividades en algunos proyectos de país con el apoyo
del estado, y por eso trato de rescatar lo bueno de algunas
políticas gubernamentales; pero, sí me
molestó e indignó escucharlo cuestionar la condición
guayaquileña de esta dama, condición que no es solo por una circunstancia
geográfica de nacimiento, sino por el orgullo de serlo, y que pretender que por el color de sus ojos o
apellido extranjero no representa a Guayaquil, y condenar la historia de muchos
en que hemos apoyado a gobiernos pasados, que en nuestra independencia de
pensamiento en su momento lo hicimos, y que ante la sentencia de él, quedar
condenados de por vida, sin entender que muchos estamos aportando más positivamente al país, en su
crecimiento, que otros que solo rumian del pasado.
Mi esposa tiene ojo
claros, apellido extranjero. En la sangre de mis hijos corre su sangre y
representa a Guayaquil, como la de la Sra. Tabacci, así como la de las miles de
mujeres trabajadoras que salen las mañanas de sus hogares a buscar honradamente
el pan para los suyos. Lo que nos une es
una tradición, una dignidad, un espíritu unido a ese rio Guayas, por una historia única de ciudad madera de
guerrera; y, un juicio de valor muy personalísimo e intimo de él, no puede
cambiar esa condición de todas las guayaquileñas, sin excluir a nadie.
Estas líneas no pretenden
faltar el respeto a nadie. No está para juzgar política, ni postura filosófica de
este gobierno y de ninguno. Solo invito a la reflexión, a la altura, que
levantando muros no avanzamos a ningún lado, que las diferencias si él desea mantenerlas,
pues que las tenga, pero con respeto a los demás, y no arrastrando a todos a
ver a través de su personal apreciación.
Pongo estas líneas de guayaquileño,
que sin vivir ahí, amando el lugar donde
estoy ahora entregando mi energía y corazón, no hace que renuncie nunca a mi condición
Huancavilca, y al respeto a todas las mujeres de mi familia como de todas a
quienes conozco que se merecen el respeto de él y de todos en general.
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