miércoles, 3 de enero de 2024

Lo sustantivo y las luces.

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Galápagos es, sin duda, uno de los lugares más extraordinarios del mundo, merecedor de ser visitado y explorado. Es un espacio inseparable de la convivencia humana para aquellos que habitamos aquí. Su 97% de pureza natural destaca, evidenciando la presencia omnipresente de la fauna marina en todo su territorio, incluyendo las zonas pobladas.

 

Como residentes, es crucial comprender que nuestra forma de vida debe ser armoniosa con la preservación de este recurso natural. Su verdadero valor radica en su conservación que efectivamente sobrepasa o nos exige más compromisos. La dificultad se presenta cuando nuestras acciones no respaldan coherentemente lo que proclamamos. A menudo, el discurso se ve alimentado por críticas rápidas de algunos que, desde el punto de vista mediático, pesan mas... que profundizar en lo esencial, o intentar cambiar sus estilos de vida tras un teclado o pantalla, y no aportan con acciones legítimas de lo que significa compartir, estar y ser de Galápagos.

 

En mi modesta opinión, la existencia de más de 6 vuelos diarios entre ambos aeropuertos, totalizando 2600 despegues y aterrizajes anuales con miles de decibelios emitidos, junto con la afluencia creciente de turistas, plantea desafíos significativos. El impacto económico de todos estos turistas no siempre se traduce en un mayor bienestar insular ni en recursos adicionales para los gobiernos locales. La presencia de helicópteros sobre la bahía de Puerto Ayora también con altos ruidos para todos; los cientos de motores de alta potencia, en las docenas de embarcaciones que surcan entre los puertos diariamente también generan impactos sonoros notables.

 

Aplaudo las campañas para erradicar especies invasoras. Desde aquellos operativos pasados con rifles de alto calibre desde helicópteros hasta las actuales con venenos específicos de bajo impacto comunitario. Acciones necesarias, pero siempre hay de por medio cómo mitigar los impactos.  Qué diremos de las maniobras de desembarco en el canal de Itabaca, donde las compuertas al golpear las rampas en los improvisados muelles entre personas y fauna causan estruendo y susto; o las maniobras de carga en alta mar con inmensos riesgos ambientales y de seguridad, y sin dejar de mencionar la velocidad de las plataformas con contenedores en nuestras carreteras, presentando riesgos de toda índole, por falta de decisión de soluciones definitivas en infraestructuras marítimas.

 

Es esencial abordar la ineficiencia energética de las numerosas camionetas taxi y encontrar soluciones conjuntas.  Es cierto, las luces artificiales, aun ajustadas para minimizar su impacto, con sus 4 minutos una vez al año, generan controversia. Creo que es crucial medir los decibelios en relación con la música emitida, o con tantos hechos como los descritos en este escrito, pero hay aspectos más sustantivos que debemos preocuparnos.

 

Estas reflexiones buscan dar la dimensión y valor apropiados a nuestras acciones. Espero que este sea un llamado para abordar lo esencial y lo importante.  Aquellas “luces” justamente, disfrutadas por muchos incluyendo mi familia, deberían ser una oportunidad para impulsar al Consejo de Gobierno de Galápagos, ministros, gobiernos locales y grupos organizados a trabajar juntos en acciones que efectivamente busquen   preservar nuestro recurso natural,  mejoren la calidad de vida en Galápagos, y seamos parte de las soluciones, y no solo de las opiniones.


sábado, 10 de junio de 2023

Son estos días de junio… siempre el mar y correr.



Son estos días de junio… 

 

Hay una ola del sur que con más impulso golpea la orilla. Viento, pero no por tal deja de hacer calor. El ventilador nos continúa acompañando en las noches. 

 

Pero entre esas exploraciones intensas cuando estoy inmerso en la computadora buscando y creando cómo promover mi negocio, qué hacer más por este lugar tan especial; y entre esa habitual escritura a páginas de yates, capitanes, grupos, ¡brotó entre uno de esos archivos guardados… notas y fotos de Vital Alzar!

 

Tengo tan registrado, allá por 1973 que me llevaban mis padres al pie de Las Peñas en Guayaquil a “ayudar” a estos hombres que construían unas balsas para querer cruzar el Pacifico. Tenía 10 años, jugando entre palos, cuerdas, fango, saltando entre troncos. Creo que lo que menos hacía era ayudar, pero iba absorbiendo esa energía de esos hombres que construían, junto a muchos que ayudaban. En algunas noches él, Vital Alzar, junto a otros, iban a casa de mis padres a conversar, hablar de aventuras, del propósito de todo esto, demostrar que los Huancavilcas pudieron cruzar el Pacifico con sus artes propias de navegación; y que estas balsas no tenían clavos, ni material ajeno a lo natural. Era niño, pero desde la puerta de mi habitación escuchaba todo eso, y mi mente volaba. No recuerdo exactamente qué más decían, pero sí sentía la vehemencia de cómo lo decían. No sabía que era “determinación en ese entonces”, pero me gustaba saber que era una gran aventura que iban hacer. Zarparon aquel mayo de ese 73 y le regalaron a mi hermano mayor un afiche autografiado por los tres capitanes, que lo teníamos pegado en una puerta dentro de nuestra habitación. Pintado por Dali, una balsa impulsada por un viento personificado, que soplaba su vela.  De ahí, todos los días pendiente del diario esperando la noticia de cuándo llegaban a Australia, y leer en su momento el relato de esa llegada y del viaje.

 

Si quieres hacer algo extraordinario, algo diferente, debes poner todo tu corazón en ello. No tengo miedo de las críticas o de las personas que dicen que lo que estoy haciendo es imposible. Estamos haciendo algo que a todos les gustaría hacer. Esa es la mayor satisfacción del mundo, tener una idea y convertirla en realidad”. Vital Alzar.

 

Lo leí ya en su libro muchísimos años después: “Las Balsas, porqué imposible”.

No soy marinero, pero soy del mar. Desde pequeño así mis padres me hicieron sentir. Pasé las vacaciones de mi infancia y adolescencia, como muchos de mi generación, horas y horas dentro del mar. 

 

Pero por esas cosas… ¡avatares!  La vida me trajo a Galápagos.  

 

Vivo del mar. Lo veo todos los días al empezarlos, y me arrulla al terminarlos. Mi mujer vive sobre él.   En marzo del 2012, pasaron por Galápagos 6 “vakas” (balsas polinésicas) con gente de Fiji, Samoa, Tonga, Marquesas y Nueva Zelandia. Iban, al igual que Alzar, con un mensaje de paz, uniendo gentes, mares. Conversar y compartir con ellos fue una experiencia especial. Los compartimos con mi familia. En esa ocasión, me permitieron navegar con ellos un corto tramo de Santa Cruz a Isabela en una de aquellas balsas, de troncos, a pura vela, no más allá de 3 nudos. Pensé en Alzar, y me imaginé su aventura. “El humano puede vivir de los elementos, con inteligencia y con su fe”, otra línea de Alzar en uno de sus libros. 

 

No siempre la vida de uno como la de cualquiera es simple, pero es el sentido que le das a ella lo que determina cómo la quieres vivir, buscando o creando siempre en todo, una aventura, un reto, una motivación.  He nadado largas distancias, muchas en mi isla como en otros lugares del mundo. Sentir el mar mientras lo abrazas y compartir su fuerza y a la vez lo agradable que te hace sentir, llena el alma ¡El mar expresa la vida en la tierra! Entiendes que todo es movimiento, y ves que ahí están las respuestas de la vida, que no necesariamente sabemos bien cómo preguntarlas. 

 

Hace 5 años tuve la oportunidad de navegar en un velero desde Galápagos hasta Nuko Hiva. 3400 millas. Quizás una de las experiencias que más han calado mi espíritu. 

 

Imaginé en ese gran tramo los mismos mares que navegó Alzar hace 50 años. Que vimos los mismos horizontes, atardeceres, y que sentimos iguales al engrandarse las olas, mientras esos mismos vientos hinchaban esas diferentes velas. Si bien es cierto este velero en el que navegué era más moderno, mi mente estaba en esas balsas, con él, con “Modena”, con “Ramírez” (los otros dos capitanes de las tres balsas de su aventura de 1973); con esas tardes de mis padres en las Peñas, acompañándolos en su construcción; y veía en la vela del mío, aquel dibujo que en mi niñez adornaba la pared del closet de mi habitación.

 

No sé todavía qué es estar sereno, como para decir que entro a esta etapa de mi vida con más serenidad. Sigo buscando aventuras. De todos los deportes que he realizado en mi vida, me he inclinado por correr. Y es así, que envuelto en ese espíritu de hacer “algo diferente”, ¡pero en darle un sentido, un propósito, una aventura!  correré una maratón, allá en esa ciudad luz en abril 2024, en Paris. Y lo haré por el océano, por querer aportar en su cuidado. Solo estudiándolo más, y actuando con mejores conductas hacia él podemos tener más océano por más largo tiempo.

 

Los miles de pasos que hago y haré entre arena, asfalto y sudor que significa todo esto, es mi aventura actual, es el propósito que junto a ese mensaje de Alzar que caló en mi niñez, es lo que quiero compartir con todos, e invitarlos a sumarse en él.

 

Pronto les diré cómo…

 

Ricardo Arenas

Galápagos, 10 de junio 2023

 

 

 

 

domingo, 21 de mayo de 2023

Otra vez mas

Fumámdome el último cigarro de esta temporada. Lo disfruto,  pero toca dejarlo. 

Comprometido en un plan, en un propósito,  que empezó con un entrenamiento ya dos semanas atrás y que tengo 11 meses por delante que exigirme mucho.  Y que más allá de solo correr,  trataré que este esfuerzo sirva por una causa práctica por lo especial de estas Islas.

Disfruto este cigarro, como una despedida, ya que mi hijo regresa a su casa, lejos. Lo fumo pensando en mí hija que la extraño en la distancia también, allá al otro lado del océano, mientras esta tarde de domingo contemplo el mar en medio de este teclear al teléfono.


Hoy corrí bastante, sintiendo como un plan, como todos los planes, hace que no pueda jamás quedarse en el plano de los sueños lo que queremos.  


Avizoro más trabajo, ajuste de velas para agarrar nuevas corrientes. Para esto que empezamos más de veinte y tres años atrás, en este mundo de los yates y veleros, en "liga"! con otras y otros "hacedores de sueños" de diferentes partes del mundo, y en que sentí esa energía en hacer también, ...potenciar mutuamente nuestros esfuerzos.


No pierdo la fe que podemos seguir retrasando en mejor manera,  este camino imparable de la evolución de Galápagos, para tener más naturaleza a más largo plazo. No podemos ser solo espectadores.


El desear,  sin acciones inteligentes y vigentes, no conducen a nada.


Ruge la ola en la orilla...Yvonne navegando. 


Somos lo que hacemos, para bien o para mal, y sé, que en medio de este escenario que como país también vivimos actualmente, cada inicio es una oportunidad para en-rumbar.  Se acaba el cigarro.... pero la vida sigue.


Abril 2024 cumpliré otro reto. a los que quiero... los quiero más.


Santa Cruz, 21 Mayo 2023.

sábado, 7 de enero de 2023

Y esta noche puedo decir...

 

 

“Y esta noche puedo decir, una vez más, que he estado a punto de morir. …El mar todavía ruge en mis oídos” [Irene Vallejo; de notas de Virgilio, en El Silbido del Arquerolectura que me motivó escribir una vivencia de una noche de mar con mi hijo Adriano.

 

Vivo de los yates y veleros que visitan o transitan por Galápagos. Estas islas, de inmenso valor por su naturaleza única, corrientes marinas, fuente de ciencia, es tan valioso o más, por su ubicación geográficamente estratégica ante las históricas y actuales navegaciones, que cruzan hacia y desde el Pacifico Sur.   Santa Cruz es mi hogar desde 1985, y como muchos, nos debemos mover entre las islas pobladas como parte de nuestra cotidianidad.  A partir del 2010 se empezó a implementar en forma regular un servicio de cabotaje entre los puertos poblados. Eso no excluye que sí hubo antes, pero era muy irregular y limitado. 

 

Por mi trabajo, al tener un yate o velero extranjero que han requerido mis servicios, para atenderlos, estos, deben recalar primeramente a la Isla San Cristóbal.  Es así que debo trasladarme siempre una tarde o día antes a su puerto para recibirlos y organizar su recepción. San Cristóbal está al Este de Santa Cruz, a 40 millas náuticas de distancia.

 

Pues lo que les voy a narrar sucedió en el 2007. Año muy importante para mí, después de uno difícil, en muchos sentidos. 

 

Agosto de ese año se caracterizó por ser un mes de mucho viento y frio. La influencia de la corriente Humboldt proveniente del Sur se lo sintió en toda su dimensión. Casi todos los días garuaba. Algo de neblina, en algunos amaneceres.  Tuve algunos veleros que atender; y yo feliz por eso.

 

El primero fue un hermoso velero clásico, tipo shooner de 65 metros y tres mástiles, llamado Adix. Posterior a recibirlo en San Cristóbal, este navegó a Baltra para tomar combustible, planeando para días después regresar nuevamente a la primera isla. 

De ahí debía regresar nuevamente a San Cristóbal a recibir otro velero. Este, también de tres mástiles, un Royal Huissman de 90 metros, Athena, que llegaba el domingo 12 de agosto. 

 

Desde el inicio de mi agencia naviera en 1999, buscaba siempre la forma de trasladarme de Santa Cruz a San Cristóbal. De hecho, a todo lugar donde debía trasladarme lo hacía contratando la lancha de mi amigo Fausto Lara, conocido como “Chiva Loca”. Esta era una fibra pesquera de unos 7,5 metros, sencilla pero segura, con sus compartimentos para hielo y pesca. Me acomodaba un cojín sobre el asiento de fibra. Me agarraba duro contra el borde de la nave y volábamos de un punto a otro sobre 20 nudos. Saltando sobre los golpes en cada ola al caer, bajo la confianza de la experiencia de él en decenas de años de navegar en los mares de Galápagos.   Cada viaje era una sensación de plenitud, de disfrutar el viento acariciando mi rostro, y sintiéndome en cada travesía un conquistador…el cumplir una misión.  El llevar radio, o chaleco, o gps, no era tan mandatorio. Todas estas navegaciones las hacíamos a la luz del día.

 

Para fines de julio del 2007, Fausto me indica que durante agosto iba a estar ocupado pero que me recomendaba otro pescador con otra lancha, para mis viajes. Más me apenaba en ese momento era el no contar con la compañía de él, hombre curtido en el mar y que cada navegación era un placer ir conversando y escuchando relatos de vida, de otras navegaciones, de historia de la gente de Galápagos.  Me presenta esta otra persona, quien me enseña el bote con el que íbamos a viajar. Este, más grande, con asientos, cubierta, con un marinero de ayudante, e inclusive con gps. 

 

El primer viaje de agosto para ir a recibir el Adix a San Cristóbal lo hice en este bote. Me sentí más cómodo. Hice las diligencias y el trabajo mío en ese puerto al velero; y a bordo del mismo navegué hacia Baltra.  Y desde ahí, regresé a Santa Cruz.

 

Converso en casa de que debía regresar a Cristóbal para recibir el Athena que amanecía el domingo 12, y vi una oportunidad de llevar a Adriano, con sus 12 años de edad, para que viva la experiencia conmigo. 

 

Esa salida la programé para la tarde del sábado 11 de agosto; y más aún que iba a ser en la nueva fibra de esta otra persona, la cual era más cómoda y hasta cierto punto más segura.   Esa mañana en puerto tuve cosas que hacer y preparar, así que programé zarpar a las 4 de esa tarde, calculando 2 horas de navegación, y en el peor caso en la oscuridad arribáramos, pero ya con la luz del puerto de San Cristóbal como guía, caso llegáramos anocheciendo.

 

Garuaba esa tarde y estaba fría. Contento con mi hijo llegamos al muelle de Las Ninfas, donde habíamos acordado con el capitán de la lancha estar antes de la hora acordada.

Cuál es mi sorpresa que al llegar estaba él, pero en otra fibra. No solo más pequeña con la que hicimos el viaje anterior, sino inclusive aún más pequeña que la de mi amigo Fausto.

Le pregunto: “-el marinero?”; me contesta: “-no pudo venir, pero no se preocupe que iremos bien”. Rápidamente pensé que no tenía otra opción, tenía que ir o ir, y no quería expresar temor delante de Adriano, para que no se sienta inquieto. 

 

“-Vamos!” dije. Aflojamos amarras y salimos. 

 

El mar estaba embravecido, el viento soplaba con fuerza, las olas hinchaban y hacían que la lancha suba con fuerza, y al caer golpee su casco con brusquedad. Usualmente toma a una lancha alrededor de 45 minutos hacer las primeras 12 millas hasta Santa Fe, isla que estando al Este, se encuentra en camino hacia San Cristóbal. No podíamos avanzar ni a 8 nudos. 

 

Yo estaba sentado en la banda de estribor sintiendo el golpe de la ola que con los vientos del Sur mojaban mi costado derecho. Pegado a mi izquierda iba Adriano, en silencio, estoico; asumo con miedo de esa primera parte de la navegación, pero asido a mí, donde yo en silencio maldecía al capitán de haberme traído en esa lancha.

 

Llegar a Santa Fé nos tomó dos horas. Casi ya sin luz empezamos a cruzar el lado norte de esa isla en paralelo a la misma. Sentimos como un alivio mientras la cruzábamos, ya que la isla nos protegía de la ola y golpe del Sur.  Empapados, avanzamos.  

Al terminar de cruzarla, vino de golpe el velo de la noche. Nos cubrió como un manto su negrura, y volvió el viento y la ola con fuerza a golpearnos y mojarnos. Todavía me sentía algo seguro, ya que esa ruta, aunque la había hecho en la luz del día, la había hecho decenas de veces; y el golpearnos o mojarnos no me importaba mucho.  Quizás pensé que sería mucha rudeza para una primera navegación para Adriano, pero a la final pensé, le servirá. 

 

En medio de esa total oscuridad mojándonos, no solo por el salpicar de las olas sino por la lluvia que caía también en ese momento… ya en mar abierto en el Noreste de Santa Fè, el capitán detiene abruptamente la marcha del motor. Entra un silencio que se mezclaba solo con el sonido del mar contra el bote. Nuestros pensamientos no se escuchaban, pero se sentía en nuestros cuerpos la tensión de lo que estábamos viviendo, y miro para atrás: …estaba orinando. Fueron minutos o segundos, no sabría cuántos, pero fueron gravitantes para lo que seguía…

 

Adriano temblaba. Cuando el agua y el frio penetra en tus ropas, lo haces.   “- ¿Papi, estamos bien?”.  “-si mijo, mientras estás conmigo nunca te pasará nada”. 

Recuerdo que le dije eso, pero a la vez sentí un estremecimiento ante aquella promesa de vida que he hecho a los míos siempre: “Mientras esté yo, los protegeré”.

 

Viro con dureza a buscar la cara del capitán, rostro que por la oscuridad no podía distinguir, y le pregunto: “-Trajiste el gps?”  “-No, don Ricardo, se me quedó, pero no se preocupe…que con las estrellas nos guiaremos…”

Silencio, angustia. Pero no lo expresaba; no quería que Adriano se sienta inseguro.  Se veía una que otra estrella en medio de un cielo cubierto de nubes de lluvia, entre olas que golpeaban, que hacían subir y bajar el bote con brusquedad. Avanzábamos. 

 

Confiaba en que la estrella que en un momento la veía y en otros no, deseaba que cuando vuelva aparecer, sea la misma que nos guiara.

 

De un momento a otro Adriano empezó a mojarse con más intensidad en su costado izquierdo. Con fuerza la ola golpeaba más en babor. Le pregunto al capitán “- Oye, ¿¡ves que la ola golpea ahora en babor!?” “-Ah don Ricardo, es que ha cambiado de dirección las corrientes…” En silencio, sabía que algo estaba mal. Pero no había marcha atrás, sin señal, sin nada…

 

Navegamos quizás ya más de una hora sin ver nada, todo en oscuridad profunda, salvo la espuma de la ola al golpear. No veíamos ninguna luz a la distancia por ningún lado, “confiando” en un capitán que supuestamente se estaba guiando por las estrellas que aparecían y no aparecían. Pregunté si teníamos suficiente gasolina. Teníamos mas tanques. Empecé a dudar que siguiéramos rumbo Este.  

 

Solo me importaba Adriano, quería que no sienta angustia, que no tenga frio, llevarlo a buen recaudo. Pensé que mi alma pendenciera estaba cobrándome en ese momento mis locuras de juventud. Impotencia de no poderme comunicar, angustiado saber que mi mujer debía también estarlo. Me carcomía el pensar que estaba causando dolor a otros. 

 

- ¡Soy del mar, -no es mi momento! me decía.  No debía entrar en pánico, y mi esperanza era que encontremos alguna luz en el horizonte. Todos estos pensamientos, mientras el mar con sus olas seguía subiendo y bajando con fiereza el bote, sin dejar de golpearnos, y mi hijo a mi lado cubierto en mi brazo y con mis palabras, que todo estará bien.

 

Pasaba el tiempo. Cada minuto era eterno; hasta que muy a la distancia distinguimos un par de luces. Distantes una de otra, pero muy vagas divisarlas.   “-Don Ricardo!, eso es Puerto Baquerizo” me dijo.  No parecía luz de un poblado a la distancia, pero era una luz. Y solo teníamos esas, para sostener nuestra esperanza. 

 

Seguíamos navegando y seguían distantes. La angustia crecía. En esos momentos, imploré. Sí, aun no sintiéndolo profundamente, imploré a los dioses, en medio de las olas que seguía mojándonos, y el sonido infinito del motor que a la vez deseaba que por nada del mundo se parase.

 

Avanzábamos, esas luces se dispersaron, ¡no se veía nada! ¡Y de un momento a otro paramos en seco!  Al frente nuestro, una inmensa pared de piedra, cual figura imponente en nuestras mentes agitadas, ¿un barranco?, ¿una isla?  Esa mancha inmensa en frente, parecía una aparición. No entendíamos qué era, de donde salió eso que no debía estar ahí. Mientras nos hacíamos preguntas internas y preguntas entre nosotros, y nuestra vista se acostumbraba a ver en la oscuridad, vimos que sobre ella había un resplandor tenue. 

 

¡Estábamos en el lado Este de Baltra! De un rumbo de 90 a 100 grados hacia el Este que era nuestro destino San Cristóbal, nos habíamos desviado brutalmente hacia el Norte, inclusive al Noroeste, a 330 grados. ¿Tuvimos la “bendición” (¿deberé usar esta palabra?), de que una corriente no nos puso más al Norte, donde no hubiéramos llegado a ninguna otra isla, salvo que Genovesa se nos hubiera cruzado.

 

Entendiendo donde estábamos, vino esa fuerza que nutre la tranquilidad, en que sientes que la sangre llena nuevamente tus arterias, que el alma regresa a tu cuerpo. Recordé que el Adix estaba dentro de Aeolian Bay en Baltra. 

Rodeamos la isla por el Norte, siempre junto a ella, viendo la imponencia de ese flanco, como ancla a la seguridad. Entramos a esa bahía, acoderándonos al velero. 

 

Hablé con su capitán narrándole lo sucedido de esa tarde y noche vivida, y nos acogió abordo.   Nos dio una habitación, nos bañamos con agua caliente, ropa seca y dormimos ahí.  Adix navegó esa madrugada hacia Cristóbal, donde estuvimos al amanecer.

 

Esa mañana… sentir como los rayos de sol alimentaba la vida del lugar, sus rayos de luz aclaraban el día, me asomé a la cubierta con mi hijo, ver aves en el cielo, el sonido de los lobos jugando en esa bahía, sentí unas lágrimas corriendo en mis mejillas. 

 

Con Adriano seguimos el plan, recibir el Athena, cumplimos el proceso de su recepción, y de ahí en el mismo velero, regresamos navegando a Santa Cruz.

 

En casa, al llegar no solo fueron unas lágrimas que me salieron, lloré agradecido por la vida. Vivimos una noche única. Adriano estuvo nuevamente con su madre, con su hermana. Ella, en nuestra ausencia, en su angustia ¡movió otro mundo! pero será parte de otra historia!...

 

Ricardo Arenas P.

Santa Cruz, 7 enero 2023.

viernes, 18 de noviembre de 2022

Nadar contra las olas...

 

En el medio donde vivo hablar del entorno, del mar, sus caminos, el viento, su fauna, es el día a día… 

Mientras conversábamos con una amiga sobre cuándo preferimos nadar, me expresó que no en marea alta, porque significa hacerlo contra la constante entrada de las olas, y siempre se traga agua…

Hago esta referencia porque aun viviendo en un lugar tan especial, donde por estar rodeado de naturaleza y que nuestras prioridades a más de buscar la seguridad y bienestar de los nuestros y de nuestra comunidad, el preocuparnos de precautelar la naturaleza, debería ser más que suficiente.  ¡Pero no!  soy un prisionero de las noticias y en especial de una red social, donde me engaño en que me estoy informando.

 

Esa “red” es el escenario de la incontinencia de escribir sin pensar, de aflorar los egos, odios, de lastimar sin indolencia, el decir cualquier cosa sin contrastar y sin medir el alcance de nada. Es la inmediatez, lo ligero. Es ni siquiera información, menos aún conocimiento. Tan solo un cebadero de “la opinión de la opinión”. Donde los hechos ya no tienen importancia, y ya la mayoría de quienes estamos ahí, toman como referentes de valores la opinión de un tercero tras una pantalla, y no los acontecimientos, o la búsqueda del conocimiento para crearse la propia.

 

Navegar entre todo esto y no sucumbir, es como dice mi amiga cuando se nada contra las olas, pero aun con la conciencia de que sí podríamos “vivir” si logramos salir o seguir. Nos impulsa el seguir, en el nadar porque confiamos en nuestras capacidades de respiración y braceo, y en las redes porque creemos estar protegidos porque todavía nos cuestionamos, y porque el alimento a nuestra mente (sistema de defensa) sigue siendo los libros, la discusión, y la búsqueda constante de querer aprender; en no dejarnos ahogar en toneladas de bite basuras. Esta es nuestra rebeldía.

 

Leyendo líneas de “Repensar la Pobreza”, de Banerjee y Duflo, genera la reflexión entre muchas otras, porqué se mantiene esta inconsistencia temporal para pasar de la intención a la acción, que poco a poco nos debilita más. Plantea que mientras no rompamos en los sistemas estos patrones: ideología, ignorancia e inercia, que están calcificándose cada vez más y más en nuestra sociedad, será difícil que podamos no ahogarnos en todo esto.  

 

Es la realidad, las olas siempre entrarán más al subir la marea, así como el mundo va inexorablemente a ser más cubierto por el dominio de las redes, conforme lo he descrito arriba. 

Nos queda solo, asegurar   a quienes podamos que puedan nadar bien; y entender que, si queremos que exista todavía rebeldía, la lectura, el pensamiento, la reflexión, el conservar valores, será lo único que no nos permita sucumbir.

 

Ricardo Arenas

Santa Cruz, 18 noviembre 2022.

sábado, 16 de abril de 2022

Esta semana de abril 2022.

Tosía, y mi voz ronca. La luna rebosaba de luz en el firmamento; Yvonne, mi amor, a mi izquierda, y no faltó una copa de vino. Mi mente envuelta en pensamientos, entre esos un consciente de que estuve contagiado, sintiendo también que ya no lo estoy, pero sin excluir inquietudes sobre lo que pasa estos días.

 

Qué semana, llena de acontecimientos nacionales que creo debilitan la institucionalidad del país, así como un mundo que está en guerras por egos y poderes de voluntades de pocas personas.

 

No quiero sumarme al ejercito de expertos en redes que con simpleza analizan y critican todo. La verdad de los hechos pierde relevancia ante la interpretación de los mismos, que a la vez está sujeta a la percepción de quiénes y cómo queremos verla.

 

Mi lectura de lo que pasa en nuestros países, lo cual no necesariamente con tristeza, pero si con pragmatismo, es que el valor de la palabra se ha perdido. El ser consecuente con los compromisos o con las posturas ya no es un valor inquebrantable en nuestra sociedad y en nuestros líderes. Se habla de valores y principios ¿pero los  ejemplos a seguir? cada vez son menos. La corrupción nos tiene invadidos como una plaga, un virus! como el que tuve la semana pasada. 

 

He regresado de nadar y de correr al igual que los dos días anteriores. No hay mejor manera, a mi juicio, de conllevar el virus que sumergido en el mar, y lucharlo brazada tras brazada, mientras las rayas y peces bajo el agua quedan atrás en tu impulso. Sientes la vida, y valoras lo importante.

 

Entre liberaciones a presos; asesinatos indeterminados; asambleístas envueltos en prebendas e intereses, sin saber qué significa ser legislador; matanzas en cárceles, sicariato, respuestas etéreas de autoridades; sobrevaloración a “seguidores en redes” más que a generar conciencia, te planteas esta frase de Paulo Freire: “La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que cambian o cambiarán el mundo”; pero por otro lado quienes “lideran” el mundo, o en caso más aldeano, los dirigentes que están en nuestras instituciones no han sido producto de nuestros maestros, de nuestro sistema educativo? Por lo que no es un tema de educación per se, sino que en esta sociedad descompuesta, la integridad humana, ante la avalancha de lo inmediato, de lo ligero, de lo insensible, de la falta de compromiso ante los nuestros y nuestro entorno, está aniquilando esa arteria vital que da sentido a la vida como es por ejemplo: el respeto.  

 

Debemos aceptar que no hay derechos sin cumplir primero deberes, y que esto al igual a otros principios es lo único que nos da un mayor sentido a la vida.   Esto lo estamos perdiendo, pero debemos seguir peleando, caso contrario, pasaremos solo a tener una condición de supervivencia y dependencia. La humanidad es más grande!

 

He andado sin licencia de conducir y he gratificado guardias de tránsito; sí me he adelantado en hacer columnas en instituciones públicas; también he usado el teléfono para lograr gestiones. Pero no quiero caer en el doble discurso como el que la “culpa es de los demás” o de un “tercero” tratando de excluirnos de la responsabilidad de que estamos así es por consecuencia de nuestros actos por acción u omisión. No obstante, y a medida que maduramos y las arrugas van desvelándonos inquietudes profundas, no podemos simplemente ser ciudadanos concienciados o preocupados por el futuro, y arrepintiéndonos por cada error que cometimos.  Nos toca entre los que podemos reagruparnos, crear los fundamentos que permitan a la siguiente generación superarnos. ¡Busquemos más con quien pensar!

 

Quizás lo mejor que podemos ofrecer a las siguientes generaciones, a nuestros hijos es la libertad de pensar de manera diferente. Y lo más importante, que actúen de otra manera. (para ser libre hay que ser independiente!).

 

Debemos reflexionar entonces qué podemos legar a ellos como marco de un pensamiento positivo, y que entiendan la importancia de las acciones concretas, pero con un espíritu lleno de valores que nos enorgullezca de nuestra condición humana.

 

El estado está fallido, sus instituciones también, pero sí podemos desde la orilla de la iniciativa privada hacer el bien, y no debemos jamás renunciar ante los nuestros y en lo nuestro. Hagamos cambios y fortalezcamos es liderazgo y no buscar seguidores para satisfacer egos.  Que la generación de jóvenes actual sepa que con valores sencillos pero fuertes como el compromiso a la palabra, ser honestos, solidarios, tener propósitos, y cuidar el planeta, se puede surfear, capear y sobrevivir ante las innumerables olas que el mundo actual nos manda de ligereza e inmediatez.

 

Escucho el reventar del mar en la orilla, el sol está calentando el día; el ventilador gira en mi oficina mientras veo el jardín por la ventana, pero yo sentado frente a ti... ¡Pantalla, Rey actual del mundo!

 

Ricardo Arenas

Santa Cruz, 16 abril 2022.

 

sábado, 4 de diciembre de 2021

Galápagos: "...sustitúyase la Disposición Transitoria Cuarta"

 

Galápagos: "...sustitúyase la Disposición Transitoria Cuarta".

 

Mantengo mi postura que al Gobierno actual lo motiva la buena fe. 

 

Extremadamente compleja una reforma tributaria que busca generar seguridad jurídica para atraer inversión extranjera, pero a la vez romper una costumbre histórica de realmente no pagar los impuestos en forma completa al Estado, bajo el justificativo (“decimos”) de que lo hacemos porque está implícita en las transacciones y en los servicios básicos que irremediablemente no podemos evitarlos; y que “no recibimos nada a cambio por parte del Estado, o para que se roben los corruptos, y menos aún seguir manteniendo un estado obeso”.

 

El tema de lo que haya dicho en campaña sobre no más impuestos, si bien es cierto demuestra consistencia o no entre lo que dice y hace, es al momento lo menos relevante, ya que al estar en el Poder tendrá que tomar las decisiones que corresponderá, sujeto a la realidad, números, y proyecciones. Y es aquí donde corresponde ver por el país, y no por intereses particulares, o específicos de grupos o sector. 

 

No soy experto tributario, por tal no puedo opinar al respecto. Pero de lo que sí puedo expresar es que en el tema de Galápagos sí se equivocó; y sin subestimar la capacidad de su equipo fue sorprendido, creando privilegios y prerrogativas a un grupo específico que no necesariamente su aparato productivo retribuye tributaria ni económicamente a la región y al país.

 

Menciona entre los considerandos (h. Reformas a la Ley de Galápagos…) que busca “creación de oportunidades” y que quiere “proveer certidumbre jurídica para quienes puedan mantener y aumentar sus inversiones”, y que esto no signifique “menos oportunidades para los habitantes”.

 

Sin concurso, sin condicionar inclusive, sin distinguir o clasificar cuáles realmente son los barcos operados por sus titulares y cuáles no, o estas concesiones son usadas como fuente para arrendarlos a terceros y asegurar una renta de vida; o si el capital del barco es totalmente del exterior, sin cumplimientos tributarios con la región, les renueva veinte años en forma automática sus concesiones, con algunos retoques de forma, pero sin corregir lo esencial. 

 

Para el resto de habitantes que legítimamente, aun en condiciones menos favorables para un concurso, no tendrán acceso a la oportunidad de aplicar por una concesión de ese tipo, especialmente las navegables, y solo quizás algo de actividad diaria. 

 

Hablamos de inversión al país. Un barco grande nuevo que entra a reemplazar a uno anterior de un “titular”, esa compra se hace en el exterior. O si lo construye, irá la inversión en pagos de mano de obra del astillero constructor y en los materiales adquiridos fuera del país.  ¿Entra la inversión al Ecuador?, o solo le favorece para exonerar impuestos a la renta? 

 

Un turista que llega a un hotel en tierra en la provincia, indistinto que su comercialización se haya hecho totalmente en el exterior, al ocupar noche de hotel en tierra paga el 12% de IVA, y paga el 10% de servicio. El sistema de control de Rentas, al reporte, recibirá ese IVA por pasajero y día ocupado, y los empleados del servicio turístico recibirá ese ingreso que circulará localmente.  

 

El pasajero que llega a bordo de estas naves “que ya tienen certidumbre jurídica para mantener y aumentar sus inversiones”, más allá que la comercialización y la transacción de aquel pasajero que llegará … ¿paga por noche y habitación ocupada IVA, y registra el 10% de servicio? ¿O seguimos bajo la figura de transporte marítimo?  

Aquellos titulares que han pasado toda su vida alquilando sus concesiones a terceros, usando la figura legal y administrativa para mantener su renta, ahora, automáticamente el Estado les asegura veinte años más mantener aquel status quo.

 

El problema en Galápagos, si bien es cierto lo prioritario debe ser precautelar lo más posible su integridad ambiental, es el no priorizar que la mayor actividad que se ejercita en las áreas protegidas de Galápagos es turísticas- económicas, y que su manejo debe centrarse en la administración de lo que produce este capital natural, en cómo lo genera, y si quienes lo generan tributan correctamente para la región y al país. 

 

Por otro lado, el esfuerzo que hago en expresar esta molestia (y hasta cierto punto indignación)  de  ver cómo blindan privilegios bajo argumentos de “seguridad jurídica para motivar y aumentar sus inversiones”, lo recomendable es una reforma eficiente y eficaz para lograr que por el  régimen especial de la provincia, lo que por tributos, tasas y más genere las actividades productivas en Galápagos, se quedaran en la provincia, en beneficio de su integridad ambiental, y de las condiciones y oportunidades para quienes de una u otra manera, y con las restricciones que corresponden, habitan y producen en y de Galápagos.

 

Reordenando el tema tributario, y una reglamentación en las inversiones de la provincia de régimen especial de Galápagos primero, podemos ahí sí, con condiciones claras, perennizar operadores, o abrir concursos de concesiones comprometidas ambientalmente, y sabiendo que al menos lo que esta área protegida permite generar su tributación sea correcta para el Estado ecuatoriano.

 

Empezamos otra vez un proceso de construcción de una nueva Ley Orgánica para Galápagos. Nuevamente un camino largo. Los efectos de las acciones que hemos tomado en el pasado y ahora, serán irreversibles. Ojalá no desmayemos en el camino.

 

Pero que esta nueva Ley, o las que tenga que hacer en forma económica urgente el 

Ejecutivo, resuelva primero en romper privilegios.   Y que ojalá dentro de este periodo de Gobierno pueda dar un gran paso positivo para proteger Galápagos, asegurando que estas “inversiones” tributen en beneficio de la región que le está brindando la oportunidad de producir. 

 

Luego de esto, bienvenidas más reservas marinas, más especies cuidadas, un buen sistema integral de manejo logístico para la región, y ahí sí: más Galápagos para el mundo.

 

Ricardo Arenas Pilataxi

Santa Cruz-Galápagos. 

4Dic2021