sábado, 16 de abril de 2022

Esta semana de abril 2022.

Tosía, y mi voz ronca. La luna rebosaba de luz en el firmamento; Yvonne, mi amor, a mi izquierda, y no faltó una copa de vino. Mi mente envuelta en pensamientos, entre esos un consciente de que estuve contagiado, sintiendo también que ya no lo estoy, pero sin excluir inquietudes sobre lo que pasa estos días.

 

Qué semana, llena de acontecimientos nacionales que creo debilitan la institucionalidad del país, así como un mundo que está en guerras por egos y poderes de voluntades de pocas personas.

 

No quiero sumarme al ejercito de expertos en redes que con simpleza analizan y critican todo. La verdad de los hechos pierde relevancia ante la interpretación de los mismos, que a la vez está sujeta a la percepción de quiénes y cómo queremos verla.

 

Mi lectura de lo que pasa en nuestros países, lo cual no necesariamente con tristeza, pero si con pragmatismo, es que el valor de la palabra se ha perdido. El ser consecuente con los compromisos o con las posturas ya no es un valor inquebrantable en nuestra sociedad y en nuestros líderes. Se habla de valores y principios ¿pero los  ejemplos a seguir? cada vez son menos. La corrupción nos tiene invadidos como una plaga, un virus! como el que tuve la semana pasada. 

 

He regresado de nadar y de correr al igual que los dos días anteriores. No hay mejor manera, a mi juicio, de conllevar el virus que sumergido en el mar, y lucharlo brazada tras brazada, mientras las rayas y peces bajo el agua quedan atrás en tu impulso. Sientes la vida, y valoras lo importante.

 

Entre liberaciones a presos; asesinatos indeterminados; asambleístas envueltos en prebendas e intereses, sin saber qué significa ser legislador; matanzas en cárceles, sicariato, respuestas etéreas de autoridades; sobrevaloración a “seguidores en redes” más que a generar conciencia, te planteas esta frase de Paulo Freire: “La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que cambian o cambiarán el mundo”; pero por otro lado quienes “lideran” el mundo, o en caso más aldeano, los dirigentes que están en nuestras instituciones no han sido producto de nuestros maestros, de nuestro sistema educativo? Por lo que no es un tema de educación per se, sino que en esta sociedad descompuesta, la integridad humana, ante la avalancha de lo inmediato, de lo ligero, de lo insensible, de la falta de compromiso ante los nuestros y nuestro entorno, está aniquilando esa arteria vital que da sentido a la vida como es por ejemplo: el respeto.  

 

Debemos aceptar que no hay derechos sin cumplir primero deberes, y que esto al igual a otros principios es lo único que nos da un mayor sentido a la vida.   Esto lo estamos perdiendo, pero debemos seguir peleando, caso contrario, pasaremos solo a tener una condición de supervivencia y dependencia. La humanidad es más grande!

 

He andado sin licencia de conducir y he gratificado guardias de tránsito; sí me he adelantado en hacer columnas en instituciones públicas; también he usado el teléfono para lograr gestiones. Pero no quiero caer en el doble discurso como el que la “culpa es de los demás” o de un “tercero” tratando de excluirnos de la responsabilidad de que estamos así es por consecuencia de nuestros actos por acción u omisión. No obstante, y a medida que maduramos y las arrugas van desvelándonos inquietudes profundas, no podemos simplemente ser ciudadanos concienciados o preocupados por el futuro, y arrepintiéndonos por cada error que cometimos.  Nos toca entre los que podemos reagruparnos, crear los fundamentos que permitan a la siguiente generación superarnos. ¡Busquemos más con quien pensar!

 

Quizás lo mejor que podemos ofrecer a las siguientes generaciones, a nuestros hijos es la libertad de pensar de manera diferente. Y lo más importante, que actúen de otra manera. (para ser libre hay que ser independiente!).

 

Debemos reflexionar entonces qué podemos legar a ellos como marco de un pensamiento positivo, y que entiendan la importancia de las acciones concretas, pero con un espíritu lleno de valores que nos enorgullezca de nuestra condición humana.

 

El estado está fallido, sus instituciones también, pero sí podemos desde la orilla de la iniciativa privada hacer el bien, y no debemos jamás renunciar ante los nuestros y en lo nuestro. Hagamos cambios y fortalezcamos es liderazgo y no buscar seguidores para satisfacer egos.  Que la generación de jóvenes actual sepa que con valores sencillos pero fuertes como el compromiso a la palabra, ser honestos, solidarios, tener propósitos, y cuidar el planeta, se puede surfear, capear y sobrevivir ante las innumerables olas que el mundo actual nos manda de ligereza e inmediatez.

 

Escucho el reventar del mar en la orilla, el sol está calentando el día; el ventilador gira en mi oficina mientras veo el jardín por la ventana, pero yo sentado frente a ti... ¡Pantalla, Rey actual del mundo!

 

Ricardo Arenas

Santa Cruz, 16 abril 2022.