jueves, 19 de marzo de 2020

La vida en tiempos de virus


Hoy, en el cuarto o tercer día de esta cuarentena de quince, como muchos otros millones de personas por todos lados, entre tantos mensajes que recibo, un conocido compartió unas líneas del Amor en los Tiempos de Cólera”, y mi mente viajó allá a 1985, que teniendo 22 años lo leí. 

Lo fantástico de aquel libro, más allá que con solo disfrutar sus líneas, nos trasladaba a ese pueblo caluroso, haciéndonos vivir esa “magia irreal” en una sencilla vivencia cotidiana, de un lugar tan similar como el que estaba viviendo en ese entonces. 

Lo que fue esa “peste de insomnio” que invadió “Macondo” en aquel tiempo indeterminado, es ahora una pandemia real y viral que nos estampa! con fuerza a todos contra el planeta. 

En nuestra desenfrenada carrera de progreso y desarrollo tecnológico, usando irracionalmente los recursos; en un ahora en que “todo vale”; y donde la interconexión nos ha superado, mejorando la rapidez en transacciones y más acceso al conocimiento, pero por otro lado  entonteciéndonos al convertirnos más líquidos en valores; nosotros como sociedad no podíamos detenernos por sí mismo. Solo veíamos una sola dirección.

Pero fue este virus, que aun sabiendo la ciencia que estaba pasivamente latente, nos comenzó primero a atacar con pánico, como parte de una guerra de terror al crearnos el temor de lo que podíamos perder, pero en el sentido de lo material y de afectar nuestros estilos de vida.

Nos ha quedado como única opción a mi isla, a mi archipiélago, a mi país, al continente, ¡al mundo en general!  detenernos, paralizar todo. Quedarnos en casa.

Si al comienzo de este paro forzado dábamos más peso en la balanza la afectación por la recesión económica, solo en días… pesa más en esa balanza de decisiones, la supervivencia y la salud. La vida.

¡Queremos recuperarla, seguir construyendo futuros! Ansío salir a correr libremente, conversar con los amigos tomando café y vino, cenar con mi familia y reírnos de la compañía. Saber que puedo viajar sin restricción cuando quiera, y que próximos abrazos fuertes podré dar a mis seres queridos;  a mi hijo.

El mundo tiene un nuevo orden, y aun siendo un respiro que está teniendo por estos días de paro forzado, nuestra inexorable huella de progreso (o supervivencia) que como humanidad indisociablemente generamos lo está poniendo en un riesgo enorme.

Pero el riesgo es mayor por las consecuencias de lo que se comunica, que por lo que verdaderamente sucede.  

No sabemos qué es lo “real”, que a la final no debería importar, pero la indiscriminada opinión, amparada en la libertad de expresión, sobrepasa el pensamiento y los criterios del conocimiento, fraccionando la necesaria sensibilidad, simple y sencilla, que como humanos debe seguirnos diferenciando de las otras especies, y que debe ser el viento en contra que atenúe el ímpetu de la inteligencia artificial, que a la larga lleva el derrotero hacia donde todo el planeta va.

Gente muere, hay dolor. No tanto por quienes se están contagiando ahora, sino por muchos que padecen otras enfermedades, y por las víctimas de guerras causadas por intereses de terceros.  Tampoco sabemos qué va pasar. Osado hacer predicciones, en que inclusive no sabremos cómo será nuestra economía local, o global, para el próximo trimestre de este mismo 2020.

¿Que nos queda? No sabría lo que piensen otros, pero de mi lado creo que nunca renunciar a poseer propósitos. 

No siempre tenemos la oportunidad de nuevamente empezar. Toca hacerlo.

Tenemos que agradecer que estamos vivos. Repensemos y replanteemos todo. Creo que esta lección que la vida nos está dando es que valoremos verdaderamente lo que es importante. Eso, está dentro de nosotros. 

Para el día sexto o quinto de esta cuarentena... me toca ir a contar las olas a la orilla.

Ricardo Arenas P.
Santa Cruz, 19 de marzo 2020.