miércoles, 3 de enero de 2024

Lo sustantivo y las luces.

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Galápagos es, sin duda, uno de los lugares más extraordinarios del mundo, merecedor de ser visitado y explorado. Es un espacio inseparable de la convivencia humana para aquellos que habitamos aquí. Su 97% de pureza natural destaca, evidenciando la presencia omnipresente de la fauna marina en todo su territorio, incluyendo las zonas pobladas.

 

Como residentes, es crucial comprender que nuestra forma de vida debe ser armoniosa con la preservación de este recurso natural. Su verdadero valor radica en su conservación que efectivamente sobrepasa o nos exige más compromisos. La dificultad se presenta cuando nuestras acciones no respaldan coherentemente lo que proclamamos. A menudo, el discurso se ve alimentado por críticas rápidas de algunos que, desde el punto de vista mediático, pesan mas... que profundizar en lo esencial, o intentar cambiar sus estilos de vida tras un teclado o pantalla, y no aportan con acciones legítimas de lo que significa compartir, estar y ser de Galápagos.

 

En mi modesta opinión, la existencia de más de 6 vuelos diarios entre ambos aeropuertos, totalizando 2600 despegues y aterrizajes anuales con miles de decibelios emitidos, junto con la afluencia creciente de turistas, plantea desafíos significativos. El impacto económico de todos estos turistas no siempre se traduce en un mayor bienestar insular ni en recursos adicionales para los gobiernos locales. La presencia de helicópteros sobre la bahía de Puerto Ayora también con altos ruidos para todos; los cientos de motores de alta potencia, en las docenas de embarcaciones que surcan entre los puertos diariamente también generan impactos sonoros notables.

 

Aplaudo las campañas para erradicar especies invasoras. Desde aquellos operativos pasados con rifles de alto calibre desde helicópteros hasta las actuales con venenos específicos de bajo impacto comunitario. Acciones necesarias, pero siempre hay de por medio cómo mitigar los impactos.  Qué diremos de las maniobras de desembarco en el canal de Itabaca, donde las compuertas al golpear las rampas en los improvisados muelles entre personas y fauna causan estruendo y susto; o las maniobras de carga en alta mar con inmensos riesgos ambientales y de seguridad, y sin dejar de mencionar la velocidad de las plataformas con contenedores en nuestras carreteras, presentando riesgos de toda índole, por falta de decisión de soluciones definitivas en infraestructuras marítimas.

 

Es esencial abordar la ineficiencia energética de las numerosas camionetas taxi y encontrar soluciones conjuntas.  Es cierto, las luces artificiales, aun ajustadas para minimizar su impacto, con sus 4 minutos una vez al año, generan controversia. Creo que es crucial medir los decibelios en relación con la música emitida, o con tantos hechos como los descritos en este escrito, pero hay aspectos más sustantivos que debemos preocuparnos.

 

Estas reflexiones buscan dar la dimensión y valor apropiados a nuestras acciones. Espero que este sea un llamado para abordar lo esencial y lo importante.  Aquellas “luces” justamente, disfrutadas por muchos incluyendo mi familia, deberían ser una oportunidad para impulsar al Consejo de Gobierno de Galápagos, ministros, gobiernos locales y grupos organizados a trabajar juntos en acciones que efectivamente busquen   preservar nuestro recurso natural,  mejoren la calidad de vida en Galápagos, y seamos parte de las soluciones, y no solo de las opiniones.