lunes, 17 de octubre de 2011

Solo superando los límites sabremos nuestros límites...

Solo superando los límites sabremos nuestros límites.

Hice este sábado 15 de octubre del 2012 mi primera maratón. Esta no fue una cualquiera, indistinto que correr de por si 42 kilómetros es ya un reto, sino que fue cruzar mi isla Santa Cruz.

Este cruce fue ascender 21 kilómetros, de 00 a 590 mts de altura, iniciarla a las 12:00 en un día completamente soleado y con viento en contra de 15 nudos en toda la subida. Una maratón es la prueba elite de la resistencia, es el reto que todos a quienes nos gusta correr soñamos en hacerla.

Siempre he corrido, regularmente 10 kms mínimo 3 veces a la semana, durante los últimos 15 años.  Lo hago porque realmente me gusta, disfruto correr, son aquellos momentos que también aprovecho para tener más reflexiones. Este Agosto tomé la decisión de hacerla y busqué  un plan de entrenamiento. Este de apenas 11 semanas fue muy intenso, cuando usualmente para una maratón hay que prepararse con 6 meses de anticipación.

Tengo 48 años, y hasta antes de hacerla, y aun habiendo cumplido  el programa, pero sabiendo que cuando me tocó hacer en mi entrenamiento los 32 kilómetros con subida incluida, no las completé, hizo que guarde conmigo la duda si pudiera hacerla.  Tuve la ayuda de un entrenador por teléfono, y decena de información vía Internet.

Aquella hermosa mañana que amaneció totalmente despejado el cielo, y que además se realizaba el Triatlon de Galapagos, evento que organizo junto a otro par de amigos desde hace 4 años,  me levanto viendo también detalles de la organización, es decir, no tuve tampoco tiempo para descansar adecuadamente la noche anterior, así como los días previos.   Seguí mi rutina normal, acompañé aquel jueves anterior a mi hijo Adriano esa mañana a cruzar nadando el Canal de Itabaca como parte de su entrenamiento para hacer el Triatlon en equipo, para luego yo esa tarde hacerme mis finales 5 kms. Tuve la gentileza por parte una periodista argentina experta en carreras, elongación y yoga, que a las 10 de la mañana subamos a la terraza de mi casa e hiciéramos ejercicios de relajación. Me dijo: - “es tu mente lo que te va hacer llegar”.

Mi familia, todos ajetreados  en cada una de las actividades previstas  andaban de arriba abajo en la casa. La presencia de mi cuñado Juan junto a mis sobrinos Federico y Gisella, mas los amigos que teníamos hospedados aquí, hacían todo un ambiente de alegría, buena energía y a la vez…de compromiso, y mucho más porque la había anunciado entre muchos con el objeto de promover para el próximo ano una gran carrera de hacer lo que quería hacer, y demostrar que sí se puede. Es decir: marketing directo!

Subo al carro preparado con agua, gatorade, geles, pastillas de sal, un ayudante instruido para que me abastezca en el camino y salgo al canal. Ver esa larga carretera con sus inmensas bajadas que sabía que para mi iban hacer inmensas subidas, y el sol que ardía con tenacidad en el cielo, me hacía pensar, cuál será mi limite?

Llegué al canal, caminé hacia el área de transición de El Triatlon, viendo que todo estuviese en orden, saludé  a quienes había que saludar, veía como el sol con tan solo yo caminar calentaba mis brazos, pero no había marcha atrás.  La montaña despejada al fondo, imponente, ver su asfalto hirviendo…, entré  el baño, sumergí mi cabeza en agua, mojé  la gorra…y empecé a caminar hacia el inicio.

Agarré un paso… y estaba ya corriendo. Los kilómetros avanzaban, empecé a subir, el viento en la cara agradable, tomaba agua, el tiempo avanzaba.   

Sentía el sol en mi cuerpo cómo lo calentaba y la garganta empieza a secarse. Tomaba agua, las pastillas de sal, chequeaba la distancia y velocidad en la que subía, paso corto, brazos en movimiento. Llevaba un ipod oyendo música, pero más escuchaba mi cuerpo y mis pensamientos. Los pies sin dolor, las piernas sin problema. Ese agradable viento al inicio mientras subía se puso fuerte, duro, empujaba el cuerpo para atrás, y es cuando veo que esto no es fácil, pero lo asimilé  positivamente, dar gracias de esas dificultades, un repaso a mi vida, así se deben subir las cuestas!, sino no tienen sentido, si no fuera tan duro no se trasciende.

Superé la primera subida, la más empinada de los 10 kms. No dejaba de echarme agua en la cabeza, y miraba todavía más arriba. Veía mi pulso, subía a 150.  Superando el km 17 en plena e implacable subida  iba sin ningún dolor en las piernas, me alegraba por la decisión de tener los zapatos que había escogido.   Sabía que necesitaba más gatorade que agua, pero era agua lo que quería mi cuerpo.  Miré al fondo, a la entrada de la mina de granillo rojo que estaban instalándose los tamboristas, era 1:40pm, llevaba buen tiempo, al acercarme a ellos quise erguirme más y aumenté el paso, ahí! mis piernas se contracturaron de golpe. La parte posterior de ellas, las pantorrillas, la parte interior de las rodillas.

Fue un dolor intenso, como rayos de electricidad cruzando la parte inferior de mi cuerpo, pero estaba justo al pie de esos chicos, y jamás iba a detenerme ahí delante de ellos!. Seguí con ese paso unos metros más ascendiendo hasta estar fuera de su ángulo de visión para bajar la velocidad, a casi ligeramente más rápido que caminar.      Así ascendí los últimos 3 kms que me faltaba para coronar la cúspide.    Es ahí cuando el viento se pone más implacable y más fuerte. Ese sol que encendía la tierra con más fuerzas y yo casi sin piernas, sabía que aun poco a poco, paso a paso, mientras no me desvanezca o desmaye debía llegar arriba, y sabía que eso no me iba a suceder por los geles, agua, rehidratantes y pastillas de electrolito y sal que estaba tomando.

Al llegar a la cúspide el camino empieza a enderezarse…y poco a poco a inclinarse, quise acelerar un poco, pero las piernas no me permitían, sí aumentaba el paso se contracturaban más  y dolían. Tenía como constante en mí solo una opción: no parar, no parar, no parar.  Tuve que mantener ese paso siquiera otros 18 Kms, lentos, tortuosos, pesados, dolorosos. Veía mi pulsometro e iba bien, llevaba 138, pero eran las piernas.

Ahora sé,  posterior a la carrera, que lo que me había pasado es que estaba deshidratado. Por mas agua, gatorade, sales y geles  que estaba tomando no era suficiente por el esfuerzo ante la tremenda radiación del sol canicular sobre mi que estaba recibiendo, y la falta de una hidratación adecuada de los 3 días anteriores, como el no haber descansado.

Al llegar a Bellavista, esto a 7 kms ya de mi meta, al  subir y bajar los rompe velocidades era bastante doloroso, pero en cambio estaba el aplauso y cariño de la gente que lo animaba a uno. Sé con esto que el afecto es más fuerte que cualquier analgésico, fortifica el alma.  
Ya corría aquel tramo usual en que conozco cada metro previo a Puerto Ayora, sus parajes, sus curvas, sus rectas, como la palma de mi mano y que hizo saque esas fuerzas ocultas que son inclusive superiores a cualquier dolor, y que permitió que pudiera subir mi velocidad.

Terminé la última recta larga de la carretera, y entrando a esas curvas finales desde donde a la distancia divisaba la bahía de Puerto Ayora con sus barcos fondeados, y sabiendo que faltaba menos de 3kms… veía ya el sol cayendo a mi derecha.    Sabía que la carrera, mi carrera…era mía!, me emocioné, me salieron mis primeras lagrimas de saber que lo estaba superando. Miré  al sol, le sonreí, alcé mi brazo derecho y le dije: -“no me venciste!” y apreté mi paso hasta donde físicamente podía, mas allá del dolor para entrar a mi puerto -no tan contraído.

Sus calles de adoquines me parecieron eternas, la gente me demostró afecto con aplausos y vivas. Había forzado mis límites, me había exigido mas allá de lo que podía. Sabia y sé  exactamente cuánta distancia faltaba hasta la meta. La he medido tantas veces!, para las 5 cuadras finales me enderecé lo que más pude, me erguí, apreté el paso…vi al fondo que la calle se cerraba….eran los cientos de metros finales.  Todos pero absolutamente todos los pensamientos, conceptos se me vinieron a la mente, vi a mi padre como a mi madre, a mi familia completa.    Divisé  la meta, el mar siempre de fondo, apreté el paso, avancé hacia  esa línea imaginaria que era y es ahora más real que nunca y la crucé.

Lo hice! Kiara y Adriano fueron los primeros que abracé. Yvonne me abrazó con su apoyo constante a todas mis locuras, las lágrimas me salieron por segunda vez, e inmediatamente los periodistas a agarrarme en fotos y preguntas.

No fue una carrera cualquiera, fue mi maratón, cruzar mi isla, ser el primero…y hasta ahora el único que la cruza corriendo.   Sé que vendrán más hacerla, pero abrí una senda. Ganaré  por ella (estoy organizando el I CrossIsland Marathon 2012 para el próximo Junio, donde haré  venir cientos de participantes!)   Me demostré que preparándonos, aun con 48 años de edad podemos hacer lo que queremos. Que la vida sin locura no es vida, que el mensaje a mis hijos es que lo que empezamos hay que terminar. Aquella frase que el dolor es temporal y la gloria es eterna, es totalmente verdadera.

Somos lo que hacemos, y en cada minuto, caloría quemada, pensamiento que tuve, esfuerzo de mi cuerpo, sé  que se lo debo a todos y cada uno de los míos, presentes y ausentes, vivos y por venir... seguir esta línea eterna de la naturaleza.

Me fallaron las piernas, no en cambio la decisión y determinación.

Puerto Ayora, 17 de octubre de 2011