viernes, 26 de julio de 2024

París

Vivimos en un mundo convulsionado: pasiones, guerras, ambiciones, dolores, migraciones, supervivencia, contrastes. Pero también es un mundo hermoso, lleno de luchas por valores, de esfuerzos por conservar tradiciones, de creer en el amor, de darle sentido a la vida, de trascendencia, de música, arte, deporte, y de mantener el humanismo en esta humanidad. Somos transeúntes de un pequeño instante en el inmenso momento que es la existencia de la vida.

 

En mi familia, personas sencillas, forjadas con principios de trabajo y estudio, nos inculcaron la importancia del saber. Casi todos han visitado París y siempre resaltan la belleza de la ciudad, quizás con un poco de vanidad por ser parte de aquellos que deben admirarla como la más hermosa.

 

Con mi esposa también visitamos París y, aunque nos gustó, no nos pareció "lo mejor". Quizás porque en nuestros viajes de los últimos años, las experiencias vividas en otros lugares, ciudades y sitios nos han llenado más.

 

Vivo en Galápagos desde hace más de 39 años. Mi respeto por el mar y el compromiso con este lugar se han reforzado debido a mi negocio y necesidades. Entre mis pasatiempos, destacan nadar y correr. En los últimos 20 años, donde quiera que vaya, siempre busco un lugar para correr, ajustando el resto de mis actividades en consecuencia.

 

Mis hijos viven actualmente en Europa: uno en Londres, sólida e impresionante, y la otra en Barcelona, intensa y hermosa (también refiriéndome a las ciudades 😊 ). Hay partes de mí que siguen siendo de un niño: no dejo de ver las Olimpiadas cada cuatro años, así como los mundiales de fútbol. Sus inauguraciones me hacen volar. Sé que los años avanzan irreversiblemente sobre mí, pero disfruto de estas cosas.

 

Escribo estas líneas por algo que comenzó en abril de 2023...

 

Mi hijo, con 28 años, me envió un mensaje por teléfono sobre su inscripción a la Maratón de París en abril de 2024. Me alegré por él, pero, a mis 60 años, sentí una angustia y un deseo enorme de participar también. En esa época, disfrutaba de las tardes en la terraza, fumando un cigarro o una pipa después del almuerzo.

 

Planeé todo y empecé a entrenar. Meses duros, levantadas madrugadoras al menos 4 o 5 días a la semana, decenas de kilómetros semanales, muchas lesiones en ese año. Dormir temprano, menos vino, comer sano. Coordinamos con mi familia para estar juntos ese fin de semana de abril de 2024.

 

Es cierto: todo lo que se logra con sangre, lágrimas y sudor queda grabado en la piel y en el alma. Es algo que siempre valoraremos y amaremos.

 

Más allá de estar con toda mi familia y amigos de mis hijos, esos días fueron espectaculares. Llegué a conocer y a querer París. En la maratón recorrí sus calles, iglesias, museos, jardines, templos, el Sena, el Arco de Triunfo, la Torre Eiffel, sus calles y cafeterías. Paso a paso, golpe a golpe, sudando con algo de dolor, pero inmensamente pletórico. París me llegó al alma.

 

París es especial y bella, pero escribo estas líneas hoy, 26 de julio de 2024, luego de ver la inauguración de las Olimpiadas. Se presentaron condiciones adversas, lluvia y más, que podrían haber hecho pensar que no se lograría algo especial. Pero lo que vimos fue indescriptible, apoteósico, exultante, extraordinario. La ciudad del arte se expresó con un cierre magistral y una demostración de voluntad.

 

No queda más que seguir, en la medida de lo posible, tratando de mejorar el mundo, sea en nuestro esfuerzo diario o en lo que podamos hacer por los demás. Son tiempos difíciles, somos millones, pero no pierdo la esperanza de que siempre podemos encontrar lo hermoso de esta vida.

 

Galápagos, 26 de julio de 2024.