viernes, 13 de septiembre de 2024

Galapagos, y un nuevo hoy.


Creo firmemente que la educación es la única herramienta para la superación. Así como existen carreras en Ciencias Ambientales y afines, también hay muchas otras en diferentes ámbitos y alcances. En Galápagos, los jóvenes se preparan, pero las circunstancias insulares y familiares hacen que muchos regresen a las islas tras sus estudios, priorizando el trabajo sobre sus sueños. En este mundo crudo y competitivo del siglo XXI, la  preparación es fundamental.

 

Galápagos es única. Su valor radica en sus recursos naturales, pero  conservados. Somos parte de un país con enormes necesidades, y tanto la gente como las islas deben sobrevivir. Hemos logrado conservarlas relativamente bien, pero 33,000 personas ejercen presión sobre las áreas protegidas de Galápagos, exigiendo carga marítima; una operación turística gran parte manejada desde afuera de las islas, con más de 350,000 visitantes anuales y 166 patentes entre navegación, tours diarios y pesca, además de una creciente demanda de servicios e infraestructura en los puertos.

 

Pero lo que realmente "interesa"  y preocupa al mundo son las especies en peligro, el conocimiento que arroja el comportamiento de ellas; la amenaza de la pesca indiscriminada de flotas extranjeras, y las especies introducidas cuando destruyen áreas prístinas.  Estos problemas ambientales se han convertido en "etiquetas de responsabilidad social y económica". Galápagos representa todo esto ante el mundo, y es imperativo reconocerlo. Se ha creado una estructura financiera y ambiental global que genera recursos en su nombre, donde lo importante ya no es el objetivo final, sino el proceso, y esto se ha convertido en una industria que mueve a miles de profesionales en todo el mundo.

  

En el primer párrafo, me referí a los jóvenes que buscan una carrera y sueñan con ingresar a la administración pública en Galápagos o a las ONGs, donde sus oportunidades de mejores trabajos serían mayores. Sin embargo, resolver o contribuir a solucionar los problemas que afectan el equilibrio de las islas y conservar los recursos naturales ya no es lo prioritario. Lo que realmente impulsa a muchos es asegurar una estabilidad laboral dentro del sistema, sin importar si los objetivos que sus instituciones declaran perseguir se cumplen o no.


Yo también tengo hijos y, aunque pueda sonar duro, los he educado para ser ciudadanos del mundo, conectados con el sentido de la vida en Galápagos, pero que primero salgan de las islas para construir su futuro,  esperando que no sacrifiquen sus sueños a cambio de la seguridad que la vida en las islas pudiera ofrecerles. 


Muchos de mis conocidos forman parte de esa estructura que describo. A algunos los respeto y a muchos los aprecio. Pero, como dijo Nietzsche: "no hay hechos, solo interpretaciones". Después de casi 40 años en las islas, esta es la mía. 


Galapagos Life Fund y otros proyectos reflejan mejor lo que aquí expreso.

 

Ricardo Arenas P.

Santa Cruz, 13 septiembre 2024.



domingo, 8 de septiembre de 2024

Aislamiento relativo, Galapagos.

 “Un aislamiento relativo 

Para quien llega a ella, toda isla es una aparición, esperada y sin embargo repentina, como un nacimiento. En efecto, antes de poder pisar una isla hay que atravesar el mar o el cielo y es ahí, durante ese trayecto entre una tierra y otra, que el viajero siente lo que quiere decir isla: aislamiento. 

 

    Christophe Grenier

 

Siempre vuelvo al libro de Christophe Grenier, Conservación contra Natura. Cada vez que lo repaso, encuentro nuevas capas de conocimiento que se asientan profundamente en mi reflexión. Es un texto que destila sabiduría en cada página.

Mi suegra, una mujer mayor originaria de Alemania, está de visita con nosotros en Galápagos. Constantemente busca algo que leer, revolviendo entre los libros de nuestra casa. Fue ella quien nos hizo rencontrar el libro de Hugo Idrovo sobre la historia de Baltra, y no solo ella entró en su lectura, sino sumergirme yo también. ¡Cuánta historia humana hay en Galápagos!

 

Este fin de semana, compartiendo con unos amigos, uno de ellos, Thorbaldo Kastalden, narraba con pasión la historia de su abuelo y su padre, noruegos que llegaron a las islas. Sus relatos, llenos de valentía y aventura, describían a aquellos pioneros que en los primeros 40 años del siglo pasado enfrentaron desafíos inimaginables. Buscaron en Galápagos lo mágico de lo diferente, lo desconocido, lo que inspira a la exploración y al descubrimiento. Su legado, junto al de otros europeos y ecuatorianos, fue forjado por una profunda “conexión” con el significado único de estas islas.

 

Recuerdo bien las conversaciones con mi amigo Ermano Zechetini, mientras caminábamos por la playa de Puerto Villamil en Isabela. Hablábamos sobre el valor de las islas, su gente y la naturaleza, que se manifiesta con fuerza en cada rincón, aunque no todos la ven o la comprenden. Con sabiduría, me decía que esa misma naturaleza, en su aislamiento, es lo que Christophe Grenier describe como la verdadera magia de Galápagos: algo inexplicable e incomprensible.

 

Yo hablo de “conexión”. He conocido a personas que llevan 40 o 50 años viviendo aquí y jamás han comprendido las islas. Para ellos, da lo mismo estar en cualquier otro lugar del país; su existencia se reduce a “asumir derechos” y exigir. Sin embargo, hay otros que, con pocos años en Galápagos, logran conectarse con su esencia. Viven con respeto hacia este lugar único, hacia su historia humana, que se ha adaptado a una naturaleza imponente y extraordinaria.

 

Galápagos pertenece a todos los ecuatorianos, pero vivir aquí no es para cualquiera; no es para todos. Estas islas exigen una forma de vida que se ajuste a su entorno, un estilo distinto, con un rumbo claro hacia la conservación. Como bien decía Viktor Frankl, “la vida solo tiene sentido cuando le damos un sentido”. Y Galápagos, por sí mismo, ya es un sentido de vida.

 

Ricardo Arenas
Santa Cruz, 8 de septiembre 2024