viernes, 7 de noviembre de 2025

Galápagos: una responsabilidad que va más allá de solo reconocimiento.


El 22 julio de 2005, la Organización Marítima Internacional (OMI) mediante Resolución MEPC.135(53) reconoció al Archipiélago de Galápagos como una Zona Marina Especialmente Sensible (PSSA). Ese título, poco conocido por muchos, coloca a nuestras islas entre las áreas marinas más valiosas y frágiles del planeta, bajo la protección del sistema MARPOL y la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR). Pero este reconocimiento no es solo simbólico. Es una obligación internacional. Significa que el Ecuador debe garantizar que toda actividad marítima, logística o portuaria en Galápagos se realice bajo los más altos estándares de seguridad, control ambiental y bioseguridad marina.

 

Hoy, veinte años después, esa responsabilidad está lejos de cumplirse. Galápagos no tiene un puerto de aguas profundas ni instalaciones adecuadas para el manejo de carga, residuos o aguas residuales. Tampoco existen sistemas modernos de control biológico y cuarentena portuaria, a pesar de que el principal riesgo para la biodiversidad de las islas proviene justamente del transporte marítimo y de las especies invasoras que llegan con él.  En términos simples: seguimos operando con medios precarios en una de las zonas más protegidas del planeta.

 

Cumplir con la condición PSSA no es opcional. La OMI establece claramente que los Estados deben proveer infraestructura portuaria segura, sistemas de recepción MARPOL, y mecanismos efectivos de monitoreo ambiental.
Ignorar esto no solo compromete la seguridad del transporte y la vida humana, sino que también contradice el principio de precaución ambiental que sustenta toda la protección internacional de las islas. No se trata de pedir más desarrollo, sino de pedir coherencia.


Si decimos que Galápagos es un laboratorio natural único, debemos cuidar cada proceso que lo rodea, desde cómo llega la carga hasta cómo se manejan los residuos. Y si somos una Zona Marina Especialmente Sensible, debemos actuar como tal: con puertos seguros, controles rigurosos y tecnología ambiental al servicio de la conservación. Esta situación no debe verse como una falta, sino como una oportunidad de país.


La designación PSSA ofrece una base jurídica y moral sólida para que el Estado priorice con urgencia y visión de futuro, la modernización ambiental del sistema portuario de Galápagos. Un puerto seguro no amenaza la conservación: la protege. Porque en estas islas, cuidar la naturaleza no es un límite al desarrollo: es la única forma legítima de hacerlo posible.

 

Es momento de retomar la responsabilidad del Estado y capitalizar los esfuerzos institucionales realizados, aunque hasta ahora inconclusos, para responder al clamor de un Galápagos sustentable. Resulta prioritario desarrollar una infraestructura portuaria moderna que corrija las deficiencias del actual sistema de carga marítima y, al mismo tiempo, potencie la ubicación estratégica del archipiélago como nodo logístico del Pacífico oriental, en beneficio del Ecuador.

 

Ricardo Arenas
Santa Cruz, 6 de noviembre de 2025

domingo, 2 de noviembre de 2025

Algo de historia de Galápagos, pero primero, unos números



Siempre tengo presente el dilema de convivencia en Galápagos: esa tensión entre una naturaleza cuyo valor existe solo mientras se mantiene conservada, y nuestra presencia humana, irreversible, con una historia singular, sin importar cómo haya llegado esta conjunción al punto actual.

Anoche salí a cenar durante una festividad. Cientos de niños, familias y personas caminando disfrazadas por la calle principal. Recordé aquellos desfiles cívicos en los que los estudiantes marchan entre tambores y bandas escolares, y me invadió la misma inquietud: todos esos niños, en pocos años, demandarán educación, empleo y recursos. Pero lo que más me impactó esta vez fue percibir a una población numerosa que, en su mayoría, no sentí realmente conectada con Galápagos.

 

Más allá del juicio de valor que pueda desprenderse de estas líneas, mi intención es reflexionar sobre la historia y el presente de las islas, y compartir una preocupación constante. En 2025 somos aproximadamente 28.500 residentes entre permanentes y temporales, aunque la población real ronda las 34.000 personas, considerando quienes viven en situación irregular (alrededor del 16 % al 17 %). No incluyo en esta cifra a los más de 300.000 turistas que nos visitan anualmente.   Si solo el 3 % del territorio terrestre puede destinarse legalmente al asentamiento humano, y analizamos las islas habitadas, encontramos densidades de entre 590 y 693 habitantes por km² en Santa Cruz y San Cristóbal. Esto representa entre nueve y diez veces más que el promedio nacional del Ecuador continental. Aunque la cifra no parezca extrema en términos globales, su distribución es grave por ser un territorio que comparte con una area protegida. Santa Cruz y San Cristóbal soportan una presión urbana desproporcionada, con claras repercusiones en el acceso al agua, la gestión de residuos, el transporte, los servicios y, sobre todo, la conservación.


El manejo de las islas, lamentablemente, no ha sido el más adecuado. Corregir este rumbo requiere decisiones no solo políticas o administrativas, sino a mi juicio económicas y estructurales impostergables. El Estado, a través de sus distintos gobiernos, no puede seguir delegando la administración de Galápagos mediante cuotas políticas. Es indispensable una visión que priorice la conservación de la naturaleza como el único camino real hacia la sostenibilidad del archipiélago.

 

Para comprender lo especial de las islas, es necesario regresar a la historia. Baltra tiene muchas, y por eso la escojo para este escrito.

 

Baltra, la isla situada al norte de Santa Cruz y separada por el canal de Itabaca, es para mí un lugar de profundo significado. En ella se concentra mucha historia, la más conocida en el siglo XX, cuando fue base militar de Estados Unidos desde 1942, durante la Segunda Guerra Mundial. Pero más allá de ese episodio, siempre me ha intrigado por qué esta isla, originalmente conocida como Seymour Sur, lleva hoy el nombre de “Baltra,” y el canal que la separa de Santa Cruz, el de “Itabaca”.  Hoy Baltra es el epicentro logístico del archipiélago, con su aeropuerto ecológico, su terminal de combustibles y su papel esencial en la conectividad de las islas. Además, fue escenario de uno de los programas de repatriación de iguanas terrestres más importantes del Parque Nacional Galápagos. En su geografía árida y sus orillas silenciosas se percibe una esencia profunda, acompañada de esos vientos constantes que llegan a horas casi exactas. Para mí, Baltra tiene esa hermosura que solo comprende quien siente la isla más allá de su función de tránsito.

 

Bajo un acuerdo de cooperación entre las Armadas de Chile y Ecuador, firmado en 1909, el Buque Escuela General Baquedano realizó en 1910 un viaje hidrográfico desde Chile hacia Rapa Nui, con escalas en Guayaquil, Panamá y las islas Galápagos.

Durante su paso por el archipiélago, el buque visitó Floreana, San Cristóbal, Santa Cruz, Santiago, Baltra e Isabela, efectuando levantamientos costeros y de canales que posteriormente servirían para la cartografía utilizada por el South American Pilot de la British Admiralty, que entonces producía las cartas de navegación más importantes del mundo.  El Instituto Hidrográfico de Chile remitió esta información a Inglaterra en 1911, y los datos fueron incorporados en la edición de 1916 del South American Pilot. Antes de esa visita, la actual isla Baltra aparecía en las cartas como Seymour o Seymour Sur, para distinguirla de North Seymour. En la expedición chilena viajaban varios oficiales, entre ellos el teniente Humberto Baltra Opazo y el Guardiamarina Ernesto Llabaca León.

 

Todo indica que en el informe enviado por el Instituto Hidrográfico de Chile a la British Admiralty ya se identificaba la isla Seymour Sur como Isla Baltra, y el canal que la separa de Santa Cruz como Canal Llabaca. Así consta en los registros de la UKHO (United Kingdom Hydrographic Office) de 1915 y en la Admiralty Chart 1375, edición de 1930.

Con el tiempo, el nombre del canal se transformó en Itabaca, una adaptación fonética local del apellido original Llabaca. Aquellos oficiales chilenos dejaron así sus apellidos grabados en la geografía insular, como parte de nuestro registro histórico y de nuestra vida cotidiana.

 

Durante mucho tiempo se pensó que el nombre Baltra surgió cuando los estadounidenses instalaron su base en 1942, y que provenía de un código militar o incluso de un acrónimo. Sin embargo, la evidencia demuestra que “Baltra” ya existía antes de la guerra, y que “Beta” era simplemente la denominación interna de la base norteamericana.  Para sustentar esta información, verifiqué el origen genealógico del apellido Baltra, el cual proviene de Cataluña y llegó a Chile a fines del siglo XVIII. Aunque es un apellido poco común, se han identificado registros familiares del padre del teniente Humberto Baltra Opazo en Renca, desde 1864. Esta información coincide con la investigación de K. Thalia Grant, publicada en Galápagos Research N.º 71 (Fundación Charles Darwin, diciembre de 2024), basada en una revisión exhaustiva del Extracto del viaje de la corbeta General Baquedano (Acevedo A., 1918), además de una amplia bibliografía de fuentes primarias y secundarias.

 

¡Eso es Galápagos! Una fusión de naturaleza extraordinaria, historia única, mitos, leyendas y personas que convivimos en un espacio frágil y excepcional. Necesitamos sentirnos realmente conectados para protegerlo. Solo a través del conocimiento, el respeto, la coherencia y decisiones que hay que tomar podremos aspirar a la sostenibilidad que tanto deseamos.

 

Galápagos es para el mundo, … pero no es para todos!


Ricardo Arenas, Santa Cruz, 

2 de noviembre 2025.

martes, 21 de enero de 2025

A dos semanas del 9Feb2025

Cambiar el rumbo de nuestro país requiere un esfuerzo titánico y sostenido en el tiempo. "El ideal" es un Ecuador donde los servicios públicos funcionen de manera eficiente, donde los impuestos se traduzcan en beneficios reales y sostenibles para todos, y donde los recursos se gestionen con responsabilidad y transparencia. Un país donde se garantice que todos los niños y jóvenes tengan acceso a una educación de calidad que los prepare para ser competitivos en un mundo globalizado, impulsándolos hacia trabajos productivos y significativos. Además, donde la gestión se enfoque en la eficiencia de los recursos, alejándose de los vaivenes de la política y lo abstracto, y concentrándose en resultados. Un Ecuador con una matriz energética sostenible y un aporte significativo a la protección del medio ambiente. Pero, actualmente, esto parece un sueño lejano.

Este cambio no se logrará en cuatro años, ni probablemente dentro de esta generación. Para alcanzar este ideal, será necesario tomar decisiones difíciles: reinstitucionalizar el Estado, reconstruir las bases de nuestra sociedad y sembrar, desde temprana edad, una nueva mentalidad en los jóvenes. Es imperativo inculcarles que el trabajo, más que la dependencia del Estado, es la verdadera fuente de independencia y bienestar. El rol del Estado debe limitarse a garantizar equidad de oportunidades y derechos fundamentales como la educación, la salud y la seguridad.

Debemos romper con el modelo inoculado en Latinoamérica desde la época de Perón en los años 40 y 50, y de Castro en los 60, que promovía (¡y aún promueve!) al Estado como el pilar central de la redistribución de la riqueza. Aunque la justicia social y la igualdad son valores esenciales, su interpretación distorsionada ha llevado a la creencia de que primero hay que distribuir para luego producir, en lugar de entender que solo se puede distribuir lo que antes se genera. Cambiar esta mentalidad es una tarea monumental.

No habrá cambios si no damos el primer paso y asumimos nuestra responsabilidad como ciudadanos. Sin embargo, no podemos ignorar las circunstancias actuales: un sistema institucional débil y peligroso, que perpetúa una mentalidad de dependencia y dificulta cualquier transformación. Un sistema corrupto que refuerza estructuras que frenan todo. La dependencia de recursos naturales finitos, combinada con una economía aún poco diversificada, y la creciente deuda pública que sostiene este perverso sistema.

Ecuador no tiene tiempo que perder. El mayor riesgo es perpetuar esta mentalidad de dependencia, donde se espera que el Estado resuelva todos los problemas mientras se ignoran las oportunidades de construir un futuro basado en decisiones, esfuerzo, productividad y sostenibilidad.

Pero el peligro acecha. Debemos evitar que regresen modelos de gobierno que refuercen esta dependencia. Mi voto refleja mi preocupación por este tema. Por un lado, veo a una joven candidata con coraje, preparación y una visión clara, pero que estará limitada por una Asamblea que no la apoyará, y sin certeza de que cuente con el equipo o la estructura necesaria. Por otro lado, está la opción de votar por alguien que, al menos, asegura alejarnos cuatro años más de ese modelo de dependencia estatista y que, de algún modo, nos acerque al camino que deseo para el país. 

Comparto esta reflexión, ya que efectivamente es una disyuntiva, donde el discurso "del hacer", se estrella ante el temor de buscar seguridad.

sábado, 30 de noviembre de 2024

Las Memorias de Adriano

El tiempo, despiadado e imparable, avanza sin tregua, hacia adelante, sin marcha atrás. Irremediablemente, somos habitantes de La Tierra por una única vez. 

Y mientras los años se acumulan en nuestra espalda, más allá de cualquier reflexión filosófica sobre lo vivido o el lamento por lo omitido —que al final, en el instante presente, resulta ser lo menos relevante— comprendemos que nuestra travesía por esta tierra está limitada al efímero promedio de vida humana.

Es entonces, al despertar a esta conciencia que no todos alcanzamos o alcanzamos siempre, cuando el valor del momento se magnifica. Una sonrisa compartida, la ternura de una caricia, el deleite de un vino, una carrera a pesar del dolor que luego reclame tu cuerpo. Sentir el abrazo del mar en tus brazadas matutinas, o el calor de una llamada que acerca a quienes amamos. El placer de un buen ron deslizándose por la garganta, el aroma del tabaco encendido mientras contemplas el horizonte desde tu terraza, o el brillo de unos ojos que iluminan con su brillo, todo ello hace que valga la pena estar aquí presente.

Hoy, al reencontrarme con la primera página de Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, en lo que ya es mi quinta lectura en esta vida pasajera, surgieron las líneas que preceden. Creo (y subrayo que es solo mi percepción) que aún estoy lejos de ese momento final del que Adriano reflexiona. Sin embargo, las palabras que dirige a su sucesor, Marco Aurelio, me impactaron profundamente desde que las leí por primera vez en mis veinte años. Con cada nueva lectura, esas líneas se asientan más profundamente en mi mente, ganando significado y claridad con el paso del tiempo.

 

Más que nunca, siento que no es algo abstracto, sino un acontecimiento que se aproxima, con sus particularidades, sus propios límites. Mi cuerpo, este fiel compañero, empieza a abandonarme, y no sin cierto arte en su proceder. Es un extraño y sutil placer observar este desgaste, medir, en este ser de carne que todavía soy, las señales del tiempo y los indicios de un final que ya no es tan lejano."

 

¡A seguir viviendo!

 

Ricardo Arenas P.

Galápagos, 30 noviembre 2024.




 

sábado, 16 de noviembre de 2024

Hoy, 16 de noviembre


Hoy, 16 de noviembre, celebro dos vidas muy significativas. Por un lado, un amigo, hijo de mi primera amiga en Galápagos, fuerte e irreverente, profundamente conectado a estas islas que tanto amamos. Ahora está en el más allá, pero su energía sigue presente en los recuerdos. Por otro lado, mi suegra, una mujer que es historia en vida, madre de mi amor. Forjó su camino con trabajo, entrega y un amor incondicional que aún la mantiene con nosotros, irradiando esa fortaleza única.

Santa Fe amaneció hoy iluminada, con rayos de sol que se filtraban entre las nubes como pinceladas de luz, cargadas de la fuerza de la naturaleza. En esos destellos, cada uno encuentra su verdad y siente su conexión con lo eterno.

Durante mi paseo diario con Milos, vi una escena que me llenó de alegría y nostalgia: una chica corría con fuerza y felicidad, mientras un joven, desde su bicicleta, la filmaba con entusiasmo. Su zancada era firme, decidida, y verla me hizo pensar: ¡Qué ganas de correr así otra vez!

Pero  por ahora no puedo. Estoy enfrentando las huellas de más de 40 años de correr ininterrumpidamente, miles de kilómetros llenos de alegría, desafíos y sueños cumplidos. Ya lo hice, he corrido bastante, y aunque el cuerpo me pide descanso, qué satisfacción sentir que el paso de mis años pasan así, con el privilegio de haber vivido tantas experiencias intensas.

Mis músculos me duelen ahora porque los utilicé al máximo, persiguiendo metas, recorriendo caminos, y entregándome por completo a quienes amo y también a esos sueños que me empujaron a ir siempre más allá. Las arrugas en mi piel y su tez curtida son testigos de tantos amaneceres y atardeceres que me acompañaron en mis rutas, y de las noches bajo las estrellas que viví mientras corría, con el universo como único espectador.

El otro día caminé hasta Tortuga Bay, mi playa, mi templo. Fue extraño recorrer ese sendero que tantas veces hice corriendo. Al llegar, la marea baja y la brisa del mar me invitaron a vivir el momento, y aunque sabía que no debía, corrí. Por un instante me sentí nuevamente en casa, en ese rincón que guarda tantas carreras, pensamientos y sueños que han construido quien soy.

Ahora entiendo que la realidad es distinta para cada uno, pero todos compartimos algo: la gratitud. Por quienes nos quieren y a quienes queremos, por lo vivido y por la oportunidad de seguir construyendo momentos con las personas que nos importan, sin que la distancia física rompa los lazos que nos unen.

En esta nueva etapa, toca nadar, pero siempre seré corredor!

Santa Cruz, 16 de noviembre de 2024

viernes, 13 de septiembre de 2024

Galapagos, y un nuevo hoy.


Creo firmemente que la educación es la única herramienta para la superación. Así como existen carreras en Ciencias Ambientales y afines, también hay muchas otras en diferentes ámbitos y alcances. En Galápagos, los jóvenes se preparan, pero las circunstancias insulares y familiares hacen que muchos regresen a las islas tras sus estudios, priorizando el trabajo sobre sus sueños. En este mundo crudo y competitivo del siglo XXI, la  preparación es fundamental.

 

Galápagos es única. Su valor radica en sus recursos naturales, pero  conservados. Somos parte de un país con enormes necesidades, y tanto la gente como las islas deben sobrevivir. Hemos logrado conservarlas relativamente bien, pero 33,000 personas ejercen presión sobre las áreas protegidas de Galápagos, exigiendo carga marítima; una operación turística gran parte manejada desde afuera de las islas, con más de 350,000 visitantes anuales y 166 patentes entre navegación, tours diarios y pesca, además de una creciente demanda de servicios e infraestructura en los puertos.

 

Pero lo que realmente "interesa"  y preocupa al mundo son las especies en peligro, el conocimiento que arroja el comportamiento de ellas; la amenaza de la pesca indiscriminada de flotas extranjeras, y las especies introducidas cuando destruyen áreas prístinas.  Estos problemas ambientales se han convertido en "etiquetas de responsabilidad social y económica". Galápagos representa todo esto ante el mundo, y es imperativo reconocerlo. Se ha creado una estructura financiera y ambiental global que genera recursos en su nombre, donde lo importante ya no es el objetivo final, sino el proceso, y esto se ha convertido en una industria que mueve a miles de profesionales en todo el mundo.

  

En el primer párrafo, me referí a los jóvenes que buscan una carrera y sueñan con ingresar a la administración pública en Galápagos o a las ONGs, donde sus oportunidades de mejores trabajos serían mayores. Sin embargo, resolver o contribuir a solucionar los problemas que afectan el equilibrio de las islas y conservar los recursos naturales ya no es lo prioritario. Lo que realmente impulsa a muchos es asegurar una estabilidad laboral dentro del sistema, sin importar si los objetivos que sus instituciones declaran perseguir se cumplen o no.


Yo también tengo hijos y, aunque pueda sonar duro, los he educado para ser ciudadanos del mundo, conectados con el sentido de la vida en Galápagos, pero que primero salgan de las islas para construir su futuro,  esperando que no sacrifiquen sus sueños a cambio de la seguridad que la vida en las islas pudiera ofrecerles. 


Muchos de mis conocidos forman parte de esa estructura que describo. A algunos los respeto y a muchos los aprecio. Pero, como dijo Nietzsche: "no hay hechos, solo interpretaciones". Después de casi 40 años en las islas, esta es la mía. 


Galapagos Life Fund y otros proyectos reflejan mejor lo que aquí expreso.

 

Ricardo Arenas P.

Santa Cruz, 13 septiembre 2024.



domingo, 8 de septiembre de 2024

Aislamiento relativo, Galapagos.

 “Un aislamiento relativo 

Para quien llega a ella, toda isla es una aparición, esperada y sin embargo repentina, como un nacimiento. En efecto, antes de poder pisar una isla hay que atravesar el mar o el cielo y es ahí, durante ese trayecto entre una tierra y otra, que el viajero siente lo que quiere decir isla: aislamiento. 

 

    Christophe Grenier

 

Siempre vuelvo al libro de Christophe Grenier, Conservación contra Natura. Cada vez que lo repaso, encuentro nuevas capas de conocimiento que se asientan profundamente en mi reflexión. Es un texto que destila sabiduría en cada página.

Mi suegra, una mujer mayor originaria de Alemania, está de visita con nosotros en Galápagos. Constantemente busca algo que leer, revolviendo entre los libros de nuestra casa. Fue ella quien nos hizo rencontrar el libro de Hugo Idrovo sobre la historia de Baltra, y no solo ella entró en su lectura, sino sumergirme yo también. ¡Cuánta historia humana hay en Galápagos!

 

Este fin de semana, compartiendo con unos amigos, uno de ellos, Thorbaldo Kastalden, narraba con pasión la historia de su abuelo y su padre, noruegos que llegaron a las islas. Sus relatos, llenos de valentía y aventura, describían a aquellos pioneros que en los primeros 40 años del siglo pasado enfrentaron desafíos inimaginables. Buscaron en Galápagos lo mágico de lo diferente, lo desconocido, lo que inspira a la exploración y al descubrimiento. Su legado, junto al de otros europeos y ecuatorianos, fue forjado por una profunda “conexión” con el significado único de estas islas.

 

Recuerdo bien las conversaciones con mi amigo Ermano Zechetini, mientras caminábamos por la playa de Puerto Villamil en Isabela. Hablábamos sobre el valor de las islas, su gente y la naturaleza, que se manifiesta con fuerza en cada rincón, aunque no todos la ven o la comprenden. Con sabiduría, me decía que esa misma naturaleza, en su aislamiento, es lo que Christophe Grenier describe como la verdadera magia de Galápagos: algo inexplicable e incomprensible.

 

Yo hablo de “conexión”. He conocido a personas que llevan 40 o 50 años viviendo aquí y jamás han comprendido las islas. Para ellos, da lo mismo estar en cualquier otro lugar del país; su existencia se reduce a “asumir derechos” y exigir. Sin embargo, hay otros que, con pocos años en Galápagos, logran conectarse con su esencia. Viven con respeto hacia este lugar único, hacia su historia humana, que se ha adaptado a una naturaleza imponente y extraordinaria.

 

Galápagos pertenece a todos los ecuatorianos, pero vivir aquí no es para cualquiera; no es para todos. Estas islas exigen una forma de vida que se ajuste a su entorno, un estilo distinto, con un rumbo claro hacia la conservación. Como bien decía Viktor Frankl, “la vida solo tiene sentido cuando le damos un sentido”. Y Galápagos, por sí mismo, ya es un sentido de vida.

 

Ricardo Arenas
Santa Cruz, 8 de septiembre 2024